Fuente Vaqueros es una pequeña localidad situada en plena Vega de Granada universalmente famosa; no lo es por haber pertenecido durante más de un siglo al Ducado de Wellington, ya que sus tierras fueron entregadas a perpetuidad al más famoso de sus representantes en agradecimiento a sus victorias militares durante la Guerra de la Independencia. Tampoco porque su anterior “dueño” fuera, precisamente, Godoy. La universalidad de Fuente Vaqueros proviene de haber sido la cuna de uno de los más importantes poetas del siglo XX, Federico García Lorca. Lorca, que nació allí en 1898, escribió de su pueblo:
En este pueblo tuve mi primer ensueño
de lejanía. En este pueblo yo seré tierra y flores
No pudo cumplirse este vaticinio: el inmortal poeta fue asesinado en los alrededores de la ciudad de Granada (más concretamente, y hasta que se demuestre lo contrario, “entre Víznar y Alfacar”, tal y como dice la leyenda popular) y sus restos, a la espera de ser definitivamente localizados, todavía no descansan allí donde él hubiera querido.
Ahora se publica, de la mano del periodista barcelonés Víctor Fernández, el libro “Mi pueblo y otros textos vegueros”, una antología de textos del poeta granadino que es lo más parecido a una autobiografía que podrá tener jamás.
El texto principal de la antología, Mi pueblo, ya fue dado a conocer (aunque no en su totalidad) por Francisco García Lorca, hermano del autor. Junto con el resto de los textos conforman un interesante mosaico para comprender la relación tan íntima que unía a Federico con su localidad natal, a la que tuvo siempre en la mente pese a que pasó gran parte de su vida en la vecina Valderrubio (llamada en aquel entonces Asquerosa), Madrid, Nueva York, o la capital granadina, más concretamente en la Huerta de San Vicente, hoy enclavada en pleno centro de la ciudad (precisamente en mitad del Parque García Lorca, la mayor zona verde de Granada) pero que entonces era una finca de la Vega, esa Vega tan querida para Lorca.
También aparecen en este libro las obsesiones del poeta: una de ellas, el tema de la marginación, fue tratado ya en el Romancero gitano (en relación a la etnia gitana en España) y en Poeta en Nueva York (esta vez con los afroamericanos como eje central de esta marginación, de esta “diferencia”. Pues bien, él ya había sentido esto en Fuente Vaqueros, en su propia persona, por ejemplo en su escuela. Era imposible que no hubiera un choque entre una personalidad como la suya, llena de sensibilidad, y la ruda (pero también entrañable, como se refleja en sus textos) gente del campo. Un poeta entre labradores: pese a la diferencia de caracteres obvia, Federico nunca dejó de apreciar sus raíces, prueba de ello que una de sus obsesiones fuera la de hacer llegar a la gente sencilla, esa que no tiene tiempo para preocuparse de la poesía y otras cuestiones que no tuvieran que ver con la dureza del trabajo de sol a sol, el arte, aunque fuera dentro de la cotidianidad.
En 1936 sus paisanos, en una carta que le remitieron fechada en enero, ya se referían a él en términos de admiración, seguramente sabedores de que aquel mocoso se había convertido en un personaje más que importante. Desgraciadamente, la guerra acabó pocos meses después con el más inmortal de los habitantes de Fuente Vaqueros.
Federico García Lorca
Mi pueblo y otros textos vegueros