Miguel Brieva (Sevilla, 1974) se ha convertido, por méritos propios, en uno de los dibujantes cómicos más importantes de los últimos tiempos, y desde luego en uno de los más feroces críticos de la sociedad actual que podemos encontrar en nuestras librerías. Sus álbumes, por supuesto, se distribuyen con licencia Creative Commons, algo nada extraño en alguien que, en sus viñetas, disecciona al capitalismo en todas sus variantes. Podéis encontrar sus obras “Bienvenido al mundo. Enciclopedia Universal Clismón“, “Dinero” y “El otro mundo” en cualquier librería.
Brieva, que también hace sus pinitos en el terreno musical a través del grupo sevillano “Las buenas noches” (que también distribuye gratis su música a través de internet), empezó en el cómic autoeditándose. Ahora su obra ya está en manos de una de las mayores editoriales europeas, Mondadori, pero sigue siendo igual de ácido en la representación de sus obsesiones. Cualquiera que le haya leído habrá podido comprobar que no deja títere con cabeza, haciendo especial hincapié en algunos de los iconos de nuestro tiempo. ¿Por qué no imaginar un nazismo triunfante montando un parque temático a medias con Disney, con Goebbels preparando un montaje titulado “El Triunfo de la Voluntad sobre hielo”? ¿Por qué no convertir a Dios en un currito tras siglos de hartazgo de tantos y tantos problemas? ¿Por qué no bromear sobre las tendencias artísticas del hijo de Superman?
El estilo de Brieva es muy característico, recordándonos al de las ilustraciones comerciales estadounidenses de los años cincuenta. Si uno no se fija demasiado es justo eso lo que parecerá, pero en el momento en que entramos en el juego del autor y nos damos cuenta de que está usando ese estilo pretendidamente publicitario para masacrar el consumismo, volviéndolo todo del revés y convirtiendo el patetismo y lo ridículo en la razón de ser de su literatura (porque, para mí, los textos que acompañan a los dibujos de Brieva son pura literatura, por supuesto). Tal vez la palabra “bizarro” no esté mal aplicada en algunas de sus ilustraciones, después de todo.
El fascismo-capitalismo, los juguetes, la factoría Disney, los superhéroes, la cruel infancia, los cuentos antiguos trasplantados al ficticio mundo moderno que reside en la cabeza de Brieva, todo ello conforma una amalgama más que satisfactoria para los que todavía creemos que la política existe incluso en las pequeñas cosas, que la concienciación no tiene por qué venir disfrazada de ásperas campañas de las ONGs o de organizaciones gubernamentales sin alma (y aviesas intenciones). Leyéndolo a él, igual que cuando nos adentramos en la obra de otros “humoristas” (muchas comillas) como El Roto o Forges, nos estamos educando mucho mejor que con sesudos artículos de la élite de la intelectualidad progre. Supongo que es un pecadillo sin importancia que, además de ayudarnos a recapacitar, este tipo de historias cortas ilustradas nos diviertan.
Miguel Brieva