El hombre del balcón es la tercera entrega de la serie protagonizada por Martin Beck de la pareja de escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö y es, de nuevo, todo un ejemplo de novela policíaca. Así como en Roseanna Beck debía investigar el asesinato y violación de una mujer desconocida en el ciudad de Motala y en El hombre que se esfumó acaba en Budapest investigando una desaparición donde nada es lo que parece, en El hombre del balcón debe hacer frente a un violador y asesino de niñas, un pederasta que pone a la ciudad de Estocolmo en un estado de histeria que, si bien es comprensible, de poco sirve para ayudar al trabajo policial, más bien al contrario.
Es la primera vez que vemos a Beck trabajando en un caso que está sucediendo, donde tras el primer cadáver se espera que aparezcan más; no se trata solo de cerrar un caso o resolver un misterio, si no de cazar a un asesino. Pero Beck sigue sin ser poco más que un policía mediocre con asomos de instinto y el funcionamiento de la policía de Estocolmo tampoco mejora este aspecto.
Además de los compañeros habituales de Beck, como Kollberg o Melander, un nuevo policía se asoma a la ficción de Sjöwall y Walhöö, el detective Gunvald Larsson, grosero, maleducado y poco eficiente, uno de esos personajes a los que difícilmente se le puede coger cariño. Es el encargado de investigar otro caso que está superando la capacidad de su comisaría, un violento ladrón que actúa en los parques de la ciudad y que ya lleva varias víctimas.
Como en los otros casos hay que destacar el prólogo, escrito en esta ocasión por Jo Nesbo, creador del detective Harry Hole. Nesbo, aparte de reconocer su deuda con los autores sueco, pone el acento en la maestría del primer capítulo y del propio título del libro. Por mi parte, destacaría también los esbozos sobre la sociedad sueca de finales de los sesenta, apuntes en gris sucio que convierten a estas novelas en mucho más que divertimentos.