Tras pasar por un par de eventos dedicados tanto a la literatura como al mundo del cómic no puedo dejar de pensar en algunas de las reflexiones y conversaciones que he mantenido con compañeros y visitantes, sobre todo las dedicadas al mundo profesional y al salto que hay del amateurismo a la semi-profesionalidad.
Lo primero, y esto es algo que me hicieron notar, yo soy de natural despistado, la mayor parte de los interesados en conferencias, presentaciones y otros eventos, eran, en su mayoría, aspirantes a escritores o dibujantes -o editores, que el masoquismo no siempre va en la misma dirección-, con un pequeño bagaje a sus espaldas pero con unas ganas tremendas por conseguir el sueño definitivo: vivir de hacer lo que más les gusta, crear.
No tengo que decir que el mundo de la literatura, el del cómic, igual que otros dedicados a la creación, es un lugar en el que convive el profesional absoluto, a los que se pueden contar con los dedos de una mano -Zafón, Somoza, Reverte-, con aquellos que en mayor o menor medida pueden acortar su jornada laboral para dedicarle más tiempo a la escritura. Luego están los más, los que necesitan arrancarle horas al sueño cada noche para pulir un par de páginas y que, más o menos, están en el proceso de ser profesionales. Alrededor, y mirando, están los que, manuscritos en mano, aguardan su oportunidad para avanzar un par de círculos en el infierno editorial.
Muchos de ellos se cansan de esperar y optan por la autoedición o la coedición, convirtiéndose en objetivo deseado de numerosas editoriales que, hoy más que nunca, ofrecen precios muy competitivos. Además, claro, tenemos la facilidad de publicar vía web: nunca antes fue tan sencillo compartir nuestra obra con los demás, aunque luego queda el detalle de conseguir a alguien que quiera prestarnos atención.
Entonces, ¿cuáles son los ánimos para todos esos profesionales en potencia? Poco hay que decir excepto que toda obra es susceptible de mejora y que no hay que hacer demasiado caso a los que, tras leerte, se asombran de que no hayas sido publicado. Las palmaditas en la espalda están bien, pero lo que todo escritor necesita es sangre en las páginas y puñaladas traperas para mejorar los textos. Con el trabajo constante, la paciencia y el movimiento se consiguen resultados… normalmente.
Desde luego que nos acercamos a una revolución, que no será tan rápida como creen algunos, en la que el modelo tradicional (buscarse un agente, encontrar una editorial, lanzar miles de ejemplares) tendrá que ajustarse a la realidad social y económica del libro digital y las tiradas bajo demanda. Si bien no hay que dejar de lado a las nuevas tecnologías y sus usos creativos, todavía no podemos apartarnos, los autores umbral, al menos, de las editoriales y sus sistemas tradicionales, que siguen siendo la referencia en el mercado.