Estaba Truman Capote cenando una noche en un restaurante de Nueva York cuando se le acercó un gran grupo de mujeres que lo habían reconocido, pidiéndole un autógrafo. El marido de una de ellas, molesto ante tanta admiración, afirmó que era absurdo dedicarle tanta atención femenina a un hombre homosexual, y se acercó él mismo a la mesa del autor, se desabrochó los pantalones, se sacó el miembro y le sugirió al escritor que se lo firmara. Capote lo examinó con educación y le respondió: “No sé si podría firmárselo, a lo mejor podría simplemente ponerle mis iniciales”.
-En una ocasión, Mark Twain asistió a una gala que tenía como objeto recaudar dinero para alguna causa benéfica. Uno de los conferenciantes empezó a hablar sobre la necesidad de contribuir a esta causa y Twain decidió que donaría cien dólares. Sin embargo, como el conferenciante seguía hablando y hablando y comenzaba a aburrir a los asistentes, Twain decidió reducir su donación a la mitad. Y la conferencia se alargaba más y más, por lo que Twain se desesperaba y decidió reducir la donación a 10 dólares. Finalmente, cuando pasaron la cesta de recaudación y ésta llegó hasta él, Twain cogió un dólar de la cesta antes de pasársela al asistente más cercano.
-Una revista británica creó un concurso que premiaría a la mejor parodia que recibiera de la obra de Graham Greene. Cuando el jurado falló su decisión y se hizo público el nombre del ganador, la revista recibió una carta del propio Greene, quien expresaba su satisfacción al saber que había ganado el señor John Smith, y su decepción de que otros dos participantes, John Doakes y William Jones, no hubieran recibido ni siquiera una mención de honor. Los tres nombres eran pseudónimos del propio Greene, que había enviado como concursantes extractos de obras suyas que no habían llegado a ser publicadas.
-Mazo de la Roche, escritora canadiense famosa por sus novelas de la saga Jalna, envió una vez un relato a la revista literaria Tamarack Review. Cuando rechazaron su manuscrito con cordiales excusas, la autora les respondió de la siguiente forma: “No me sorprende que no os gustara el relato. A Carolina (la compañera de la autora) no le gusta, y a mí tampoco me agrada mucho, pero como nunca me han gustado las obras que publica vuestra revista pensé que tendría bastante éxito”.
-En 1926, Ernest Hemingway abandonó a su primera mujer, Hadley Richardson, con la que tenía un niño pequeño, por una escritora rica llamada Pauline Pfeiffer. Cuando, poco tiempo después, le preguntaron al autor por qué lo había hecho, respondió: “Porque soy un bastardo”.
-El escritor danés Hans Christian Andersen fue huésped durante un tiempo de la familia Dickens, que acabó francamente harta de éste y que no sabía cómo hacer que se marchara. Dickens escribió una nota que pegó sobre el cabecero de la cama de la habitación de invitados. La nota decía: “Hans Andersen durmió en esta habitación durante cinco semanas, que a la familia Dickens le parecieron SIGLOS”.