Aunque George R.R. Martin es conocido por su serie de fantasía Juego de tronos, El sueño del Fevre es un libro que merece mi admiración por su manera de tratar el tema del vampirismo sin caer en tópicos o historias manidas.
En efecto, El sueño del Fevre es un libro sobre vampiros, pero está publicado en 1982, mucho antes de que Stephenie Meyer pusiera de moda la literatura juvenil romántica de Crepúsculo y los vampiros de lánguida mirada y ropa de marca inundaran las estanterías de las librerías. Además, Martin planta su historia de una manera a la vez clásica y al mismo tiempo original. Clásica por su manera de narrar, centrándose en la figura del capitán de barco Abner Marsh y siguiendo un estilo sencillo y lineal, pero original en el planteamiento del vampiro, sus motivaciones e historia.
El sueño del Fevre, no lo niego, me ganó enseguida por su ambientación. El Misisipi de mediados del XIX, en todo su esplendor, belleza y decadencia, un río que forja a una clase de hombres y que es capaz de acabar con todos ellos de un plumazo. El libro de Martin cuenta el final de la época de los grandes vapores de río, siendo El sueño del Fevre el último de los grandes construidos para el transporte de pasajeros y mercancías.
Martin logra introducir a unos vampiros que no son como los que nos cuentan las leyendas, son unos seres diferentes por completo a los humanos, otra especie similar a la nuestra pero con el peculiar gusto por la sangre humana escrito en su ADN y con una necesidad animal de alimentarse cada ciertas semanas.
¿Qué nos ofrece El sueño del Fevre? Una novela de aventuras llena de personajes muy bien construidos, sin caer en maniqueísmos, aunque al viejo Abner Marsh se lo permitimos todo, y con unos secundarios inolvidables, sobre todo entre la tripulación del barco. Quizá el único punto flaco de la novela sean los vampiros secundarios, totalmente eclipsados por Joshua York y Damon Julian, los maestros de la sangre.
Recomendado, sin duda, para los amantes de la aventura, el terror y ese ambiente especial de Nueva Orleans y el río Misisipi.
Sueño del Fevre