La novela histórica, que tanto predicamento tiene en nuestra lengua en los últimos años, nació, tal y como la conocemos, como una evolución de la novela de aventuras en el S. XIX y podemos considerar a Walter Scott, autor de obras como Ivanhoe, el pionero en dotar de importancia vital a la visión romántica del pasado dentro de la trama.
En el siglo XIX, con todo el auge de los nacionalismos y con las clases burguesas en busca de legitimidad, el pasado histórico era una excelente opción para encontrar valores y justificaciones para sus nuevas pretensiones sociales y políticas. Así que la novela histórica, llena de aventuras y, además, interesante para el núcleo lector de la época, comenzó su andadura por Europa a buen paso con nombres como Alfred de Vigny o León Tolstoi, que con Guerra y Paz logró una de las cumbres del género.
En España tendríamos a Larra y Espronceda, además de Francisco Navarro, aunque además de los románticos, los escritores realistas también utilizaron, y casi para lo mismo, la novela histórica con grandes referentes como Galdós y sus Episodios Nacionales.
El gran Robert Graves, con obras como Yo Claudio o Rey Jesús, junto con Mika Waltari formaron la punta de lanza de la novela histórica en el S.XX, y con la llegada de Noah Gordon, Ken Follet, Christian Jacq o Pérez Reverte nos encontramos con el salto a la edad de oro de este tipo de novelas, con la proliferación absoluta de títulos, muchos de ellos pseudohistóricos.
En la España franquista encontramos, de nuevo, la búsqueda de la justificación histórica, así que abundan las novelas sobre la Guerra Civil, sus inicios y consecuencias, con obras como Los cipreses creen en Dios o Madrid de Corte a Checa. Así mismo, desde el exilio, se escribían obras en una dirección opuesta, como las de Ramón J. Sender o Max Aub. Con la llegada de la democracia se produjo un auge en las novelas sobre el conflicto, muchas de ellas cortadas por el mismo patrón y que acabaron adaptándose al cine.
Lo cierto es que con el fin de la necesidad de una nueva concepción del pasado y la nacionalidad, la novela histórica gira de nuevo hacia la novela de aventuras de la que nació: hoy en día muchos títulos son calificados de históricos simplemente por su ambientación en el pasado y no por el trabajo realizado en la reconstrucción de la sociedad.
La novela histórica de hoy es más producto de hibridaciones, sobre todo con la novela negra o de enigma, y tiene mucho del viejo folletín de aventuras también muy propio del S.XIX, consiguiendo pasar de una literatura creada para forjar la identidad popular a ser un rápido entretenimiento merecedor de auparse en lo más alto de las listas de ventas. Las biografías noveladas de personajes históricos han comenzado a salir también con buenos números de ventas, convirtiéndose, con toda probabilidad, en la siguiente tanda de novedades, junto a los volúmenes en los que, por azarosas coincidencias, confluyen un buen número de grandes protagonistas del pasado, convirtiendo la narración en un amplio desfile de notables. En posteriores entregas sobre la novela histórica hablaremos en profundidad de cada uno de estos subgéneros.