Cada pocos meses aparecen noticias de subastas de libros singulares a precios imposibles y noticias de robos en bibliotecas de manuscritos o libros históricos, dos caras de un mismo fenómeno, la conversión del libro en el objeto del deseo de los coleccionistas (y de los amantes del blanqueo de dinero, uno de los mejores clientes de las casas de subastas). Y no es que este fenómeno sea nuevo, ni mucho menos. Tampoco es nuevo el robo en librerías de best sellers o novedades como ya comentamos en un post sobre la pasada feria de libro de Madrid.
La noticia de esta semana ha sido la condena a tres años y medio de cárcel del conocido como “Tome Raider”, sobrenombre de William Jacques quien había sustraído a lo largo de tres años libros por valor de más de cuarenta mil libras de la Biblioteca Lindley de la Royal Horticultural Society de Londres, a la que consiguió acceder dando una identidad falsa y con el sofisticado método de esconder los ejemplares en su chaqueta. La Biblioteca Lindley posee una colección con libros que se remontan al siglo XVI.
Este no es el primer crimen de Jacques quien se calcula que consiguió un botín de un millón de libras esterlinas a finales de los noventa, saqueando unos quinientos volúmenes de bibliotecas históricas siendo condenado a cuatro años de cárcel. Entre los libros que robó entonces se encontraban primera ediciones de Newton y la intención última de los robos era la venta en casa de subastas de toda Europa.
Tras su detención en la misma biblioteca (el personal terminó por darse cuenta del comportamiento extraño del recurrente visitante) se le encontró un listado de setenta obras y notas manuscritas con su precio aproximado en el mercado.
Según Jacques los libros de la lista correspondían a los que necesitaba para su investigación mientras que fue el miedo a que reconocieran su nombre como ladrón de libros lo que le llevó a utilizar un nombre falso. El jurado, no sabemos porqué, no creyó una palabra de su clamor inocente.
La sentencia resalta que Jacques, como graduado en Cambridge, conoce perfectamente el daño al patrimonio que suponen sus actividades y como estas se mueven únicamente por el afán de lucro, en un tipo de crimen que encuentra fácil y económicamente muy beneficioso.