Sin duda, uno de los grandes acontecimientos literarios del año es la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que el año pasado recayó en el autor albanés Ismaíl Kadaré, y que concentra gran parte de la atención mediática estos días de Feria del Libro.
Este año hay candidaturas de 27 países distintos, desde Argentina a Holanda, pasando por México o Rumanía, sin contar, claro la presencia de autores españoles. Todo un crisol de culturas, estilos y maneras de entender la literatura que el jurado debe tener en cuenta, además de los intangibles, es decir, carrera literaria, compromiso, vamos, lo que le da a un escritor un cierto caché por encima de los demás. Además, el premio podría ir a una institución dedicada a la literatura o la lingüística, aunque, sinceramente, lo veo difícil.
¿Cuáles son, entonces, los nombres que resuenan por los mentideros? Hay varios grandes que se repiten por todas partes, entre los que destacan nombres como José Saramago, Premio Nobel de 1998 y una apuesta segura, aunque con implicaciones políticas que puede que decante el premio hacia alguien como Alice Munro, una escritora canadiense de renombre internacional -ganadora del Man Booker en 2009-, cuya obra más conocida en España es La vista desde Castle Rock.
Si la cosa va de mujeres, no hay que olvidar a Ana María Matute, académica, Premio Nacional de Literatura Infantil y que, no me canso de repetirlo, escribió una de las joyas de la literatura fantástica de todos los tiempos con Olvidado Rey Gudú. Siempre una candidata con una trayectoria envidiable.
El maestro de los espías, John Le Carré, también está en la terna de los futuribles. El autor británico escribió la mayor parte de su producción durante la Guerra Fría -el paraíso del espionaje-, retratando un fresco sobre la situación internacional que hoy en día es digno de estudio. Conocido y respetable, una combinación que gusta mucho para el premio.
En el apartado investigador aparece el nombre de Harold Bloom, autor de El canon occidental, una obra amada y odiada a partes iguales y que no deja a nadie indiferente, siempre y cuando sea capaz de terminarlo: no es lo que se dice una obra complaciente.
El jurado no lo tiene fácil entre estos nombres, a los que habría que sumar alguno de los «tapados» que siempre pueden tener su sitio en un premio como éste, que se puede utilizar también como gesto hacia una causa determinada. Saldremos de dudas en pocas horas… ¿algún favorito que añadir a la lista?
Vía: Europa Press