Truman Capote vivió durante dieciocho meses, entre abril del 60 y septiembre del 62, en la Costa Brava, concretamente en Palamós, tras la recomendación de la zona por parte del escritor Robert Ruark. Allí, Capote escribió el final de una de sus mejores novelas, A sangre fría, sin conocer aun el destino de los dos asesinos de la historia real y allí también se enteró de la muerte de Marilyn Monroe, gracias a los periódicos internacionales. Acompañado de su pareja, Jack Dunphy, la estancia en la zona de l’enfant terrible de la alta sociedad de Nueva York, pasó bastante desapercibida, aunque no debió dejar indiferentes a los vecinos: paseaba al perro en bata mientras iba a comprar diarios y ginebra, se levantaba pronto al no dejarle dormir los pescadores que salían al mar. Una vida muy distinta a la que llevaba en Manhattan, aunque recibía visitas como la de la hermana de Jacqueline Kennedy, y que le permitió terminar su obra maestra.
La Costa Brava que conoció Capote fue engullida hace tiempo por el monstruo feroz del desarrollo urbanístico, pero aun podría reconocer algunas cosas, aunque fuera el color del mar. El Ayuntamiento de Palamós ha decidido celebrar los cincuenta años de aquella estancia con diversos actos, paso previo a la Ruta Capote que empezará su andadura en junio. Entre los actos podemos encontrar una exposición sobre la Costa Brava en los años sesenta, antes de que el turismo de sol y playa y la especulación convirtieran el paisaje en una pesadilla de urbanizaciones amontonadas. De los tres lugares en los que residió Capote durante esos meses solo es visitable el Hotel Trias, que ocupará un lugar privilegiado en la ruta.
Truman Capote
A sangre fría