Hace pocos días se cumplió el centésimo aniversario de la muerte de Mark Twain, uno de los grandes escritores americanos del siglo XIX y que, desgraciadamente, ha pasado casi de puntillas por los medios debido, supongo, a la cercanía del día del libro y la saturación de noticias relacionadas con la literatura.
Si el otro día hablábamos de cuentos clásicos y de si eran necesarios o no en la educación, con toda la polémica que se generó, no estaría de más hablar de Twain como uno de los grandes autores cuyas obras, también del XIX, deberían ser de lectura más que recomendada para la gente joven de hoy en día.
Además de una cantidad increíble de artículos, ensayos, cuentos y novelas para el público adulto, Twain escribió algunos de los relatos que más se han adaptado para el cine y la televisión y qué han dado muchísimo que hablar a lo largo de estos cien años sin el genial autor estadounidense.
Hablar del Twain juvenil es hablar de Las aventuras de Tom Sawyer -y sus novelas derivadas. ¿Acaso pensabais que las franquicias de personajes eran algo moderno?- de Un yanqui en la corte del rey Arturo o de Las aventuras de Huckleberry Finn, novela que en realidad significó un antes y un después en la literatura norteamericana.
En realidad ya no hablamos de juvenil o adulto, es buena literatura, novela escrita con maestría que, eso es cierto, quizá a lo más jóvenes cueste de situar -ha llovido mucho desde que Twain describiera el Missisipi-, pero que vale la pena recomendar hoy, aprovechando las fechas, y también siempre.
Además, la propia vida de Twain es interesante. Su humor, su dominio de la sátira, el amor que sentía por la ciencia en una época en la que el salto tecnológico fue apabullante -en realidad a Twain le habría venido mejor no ser tan aficionado a los inventos: perdió muchísimo dinero invirtiendo en invenciones maravillosas que acabaron siendo grandes errores financieros-; también fue un brillante orador y daba conferencias a lo largo, no sólo de EEUU, si no de todo el mundo.
En resumen, que han pasado 100 años y Twain es una figura a recuperar y usar, en estos días de machaque de novedades, para animar a la lectura, no sólo a los jóvenes: sus Cuentos selectos y la Guía para viajeros inocentes serían, por ejemplo, dos regalos completamente inesperados.
Mark Twain