Gracias a nuestro habitual seguidor, el cuñado de Jobs, pudimos manosear un iPad nuevecito y probar la mayor parte de sus aplicaciones, especialmente aquellas dedicadas a la lectura de libros electrónicos y documentos de texto.
Como todos los gadgets de última generación, el iPad posee muchas virtudes y a la vez unos cuantos defectos. Comenzaremos por lo que más nos ha llamado la atención en el sentido positivo.
El iPad posee una pantalla más que notable, 9,7 pulgadas, con un brillo ideal para ver fotos, navegar o pasar el rato con algún videojuego. El diseño no es sorprendente -es como un iPhone pero en grande-, pero sigue la línea de Apple.
Desde un punto de vista de fluidez en las aplicaciones, el iPad funciona sin problemas y mueve con soltura sus aplicaciones al tiempo que responde inmediatamente al ponerle los dedos encima. Hay que anotar que la respuesta de los acelerómetros es muy buena y reacciona con numerosos detallitos al movimiento.
Ahora, entremos al trapo del mundo del libro electrónico que es el principal motivo de probar el tablet de Apple.
Para acceder a los libros, el iPad posee su propio programa de lectura que hemos encontrado muy básico en algunos puntos, aspectos, que, no obstante, pueden quedar resueltos haciendo uso de otro software distinto, como el de Amazon o, supongo que aparecerá en breve, el Stanza.
La representación gráfica del libro es muy bonita y detallista, pero, pese al control de brillo, la elección de tipografía y tamaño o la posibilidad de ver el libro a doble página, cosas como la imposibilidad de poner un modo de contraste negativo (una de las pocas maneras de leer bastante rato en una de estas pantallas) hacen que el software pierda bastante. Desde el de Amazon sí que se controla más el aspecto final del libro y puede sincronizarse con otros dispositivos para continuar su lectura, algo muy interesante pero que ya hace el Kindle.
El sistema de marcadores es muy bonito gráficamente –simula una marca de rotulador fluorescente y se añade al índice-, pero no deja tomar notas, así que pierde gran parte de su utilidad, sobre todo porque, al no ser multitarea, no podemos tener un editor de textos abierto al lado del libro. Un gran fallo.
El lector del iPad lee ePub -no probamos con ePub DRM, pero con libros propios maquetados para otros e-readers funciona francamente bien y no ha dado problemas. Sin embargo, las exportaciones desde sistemas como Word u OpenOffice pueden dar algún problemilla y es mejor tratarlas como texto y no como ebooks.
La tienda de Apple, la iBook Store funciona de una manera similar a la App Store, con apartados de pago y gratuitos -con todo el fondo del Proyecto Gutemberg bien maquetado-, populares y por géneros. La verdad es que está muy bien montada y, en ese aspecto, es donde una pantalla brillante luce su potencial.
A la hora de leer, como ya habréis imaginado, cansa los ojos como cualquier otra pantalla, así que para una lectura concentrada o larga no es lo más apropiado. A eso hay que sumar otro inconveniente, el peso. Con casi 700 gramos de peso, algo que parece que no es mucho, se hace imposible una lectura larga sosteniendo el iPad sin un atril o soporte. Es posible que su larga autonomía -unas 10-12 horas- necesite una batería pesada. Incómodo, la verdad.
En cuanto al PDF, hay varios programas en el iPad para leer y funcionan bien, tienen muchas funciones y es bastante útil para consultar o mostrar informes. Hay incluso aplicaciones de descarga de PDF donde puedes encontrar casi cualquier libro, eso sí, maquetado con las manos del diablo.
Como ya suponíamos, el iPad no es un buen lector de libros electrónicos pero puede servirle a aquellos que, usando el dispositivo para otros usos, le dedican un poco de tiempo a la lectura. Lectores casuales o con poco tiempo libre.
Sin embargo, el iPad, como, supongo, la mayoría de tablets que se nos vienen encima, son muy manejables para tres tipos de lecturas y que pueden suponer una cierta ventaja sobre los lectores de tinta electrónica: Revistas, Cómics y Cuentos para niños.
El brillo, el color, los vídeos y los enlaces de Internet son perfectos para las revistas que tampoco pretenden a un lector que esté dos horas mirando la pantalla. Contenidos cortos que son tan interesantes como entradas de blog. Ese es, quizás, el futuro de las revistas.
Los cómics también se leen muy bien en la pantalla de iPad, pudiendo leer página a página con un zoom rapidísimo, o bien seleccionando el modo cinemático, donde una ruta de zooms y encuadres prefijados en el propio tebeo nos lleva por todo el número. La verdad es que es una experiencia diferente y muy bien implementada.
Los cuentos para niños. Estuvimos trasteando con dos: Alicia en el País de las Maravillas -no exactamente sólo para niños, pero bueno- y uno de Toy Story creado por Disney. Bien, hay que contemplar el de Alicia… como un juguete precioso que agitar y disfrutar visualmente, está muy bien hecho, claro que es eso: un divertimento al margen casi del libro.
En cuanto al de Toy Story, Disney plantea un libro para niños con unas mínimas animaciones y la posibilidad de que el iPad cuente de viva voz la narración acompañando el texto de pantalla. Queda muy bonito, aunque dejar a los niños trastear demasiado un aparato de 500$ ya es una decisión personal.
En resumen: un gadget cuya aplicación lectora es secundaria y está más orientado a otras facetas del entretenimiento, haciendo siempre hincapié en su ventaja multimedia y gráfica pero con grandes desventajas a la hora de la lectura no intermitente.
Alicia en el país de las maravillas