Ha salido a la palestra estos días una iniciativa del Ministerio de Igualdad, el Instituto de la Mujer y FETE-UGT en forma de blog Educando en igualdad y que, como toda la información que genera este ministerio, ha generado polémica no por la iniciativa en sí, si no por la incapacidad de algunos periodistas de ser capaces de informar en lugar de opinar y además hacerlo, no desde el conocimiento sino desde la cerrilidad en la que están tan cómodos algunos. Tal y como se indica en el blog, tras una hora de explicación algunos medios sólo sacaron en claro lo que supongo llevaban apuntado de casa: que el Ministerio de Igualdad quiere sacar a Cenicienta de las escuelas. Tal y como explican desde Educando en igualdad:
Lo cierto es que no queremos a Blancanieves fuera de la escuela sino que el príncipe comparta las tareas de palacio y las aventuras con toda la panda de enanitos y demás personajes.
¿Son los cuentos mal llamados tradicionales machistas? Pues va a ser que sí. Y sumamente clasistas. También son violentos, aunque lo eran mucho más de origen y fueron edulcorados para que los pobres niños no se asustaran; en cambio no se puede cambiar una coma, no sea que las protagonistas femeninas sean capaces de hacer algo que no sea coser y cantar o acicalarse hasta que alguien las rescate o a algún mocoso se le ocurra preguntar por qué no tienen república o elecciones. Los cuentos infantiles tenían, y tienen, un componente educativo fundamental (no entres en el bosque, recuerda tu lugar o mata a tu madrastra antes de que te mate ella) y tienen sentido en un contexto temporal y cultural concreto; por esta razón los que hoy conocemos como tradicionales, recopiladas por autores como los Hermanos Grimm, son meras sombras alargadas de algunos de los sangrientos cuentos de antaño pero, sobre todo, han perdido el sentido de la maravilla. Porque si las versiones que les llegaron a nuestros padres ya eran “blanditas” no digamos lo que les pasó a los pobres cuentos cuando la compañía Disney y sus obras quedaron atrapadas en el mundo de las princesas musicales.
Por eso, creo que es fundamental olvidarnos de los cuentos tradicionales, creados para unos niños que ya no existen o, al menos, recuperar aquellos en los que la imaginación supera ampliamente el contenido educativo. Y no conformarnos con el “yo los leía y no me han hecho ningún daño” porque, además de que siempre puede haber alguien que te conozca y que ponga en duda esta afirmación, podemos ponerle muchos peros a la sociedad en la que estamos y quizás, solo quizás, tenga algo que ver con los pilares sobre la que la construimos.