Los que van a morir te saludan, de Fred Vargas

Tercera de las novelas de Fred Vargas y una de las que más adolecen de todas las virtudes y defectos de la autora francesa. Por un lado, Los que van a morir te saludan se lee, en parte gracias a la buena traducción, como se bebe un vaso de vino dulce. Diálogos incesantes, mordaces e imposibles que hacen avanzar la trama a base de elipsis entre frases que podrían ser entresacadas de cualquier película de los inicios de la nouvelle vague.

Eso, a mi entender, es lo mejor del libro y es algo que, con el tiempo, Vargas ha mejorado, ya que, aunque es una delicia leer algo así, en el conjunto de la novela acaba por dejar un tanto coja a la propia historia. La trama de Los que van a morir… es menos importante que los propios personajes y su lucimiento.

En Los que van a morir… nos encontramos con tres jóvenes franceses, Tiberio, Nerón y Claudio, aunque no son sus verdaderos nombres, emperadores en una Roma sin imperio en la que se dedican a vivir y, en ocasiones, a estudiar, las más de las veces a festear. Entre los tres existe un vínculo de amistad indestructible, casi como el amor que sienten por la madrastra de Claudio, Laura, una de esas mujeres con un encanto sobrenatural y por el que no se puede sentir indiferencia alguna.

Acompañan los días de Roma los emperadores con la joven Gabriella, ahijada del Obispo Valleti y con la que los emperadores comparten la cena de los viernes, a veces también con la presencia del Obispo a quien los jóvenes conocen también por ser el responsable de la Biblioteca Vaticana.

La trama comienza tras la inesperada visita del padre de Claudio a Roma, donde es asesinado. Las sospechas de su muerte se extienden a los tres emperadores, entre otros personajes, y un miembro de los servicios secretos franceses es destinado a Roma para aclarar el asesinato que podría significar todo un escándalo político en Francia. De ese modo, Richard Valence, el no protagonista más protagonista de la investigación, entra en escena.

Como ya he dicho, Los que van a morir… peca de excesiva en su desarrollo, barroca en cada sentimiento o conversación compartida. El libro, por otro lado, no es demasiado largo, lo que hace que esta estructura no se haga pesada. La verdad es que a mi me ha gustado bastante, pero es que me encanta la manera de narrar de Vargas. La idea de los tres amigos diferentes, los emperadores, todavía no está tan definida como conseguirá en su siguiente libro con los tres Evangelistas en Que se levanten los muertos, Más allá a la derecha o Sin hogar ni lugar.

Un personaje: Tiberio, el emperador guardián de sus amigos y de Laura. Su vigilancia amable de Richard Valence no tiene precio

Una frase: ¡Sea bíblico, Valence, sea bíblico!.