Neal Stephenson es un hábil demiurgo. En 1996, su obra La era del diamante: Manual ilustrado para jovencitas obtuvo tanto el premio Hugo como el Locus, dos de los premios de ciencia ficción y fantasía más importantes a nivel internacional. La complejidad de la obra, su lectura a interminables niveles y su desarrollo de diversas teorías e investigaciones referentes al fascinante mundo de la nanotecnología, le han valido a este escritor un gran éxito que se ha mantenido también con sus novelas posteriores, entre las cuales destaca la ya clásica Criptonomicón, gran favorita de hackers, criptógrafos e historiadores por igual.
Al igual que cada era del hombre se ha visto representada por un metal o material (la era del bronce, la era del hierro, etc.), “la era del diamante” tiene varios significados. Por un lado el título nos habla del contexto temporal de la obra, un futuro más o menos lejano en el que la construcción de estructuras diamantinas a través de la nanotecnología define la estructura tecnológica de la sociedad; y por otro lado habla de la formación social: en este futuro posiblemente distópico el mundo se divide en phyles o tribus, siendo las más importantes Nueva Atlantis, una formación neo-victoriana, la Han (china) y la Nippon (japonesa), existiendo asimismo muchas otras tribus menores. La referencia al diamante surge de la época de la reina Victoria de Inglaterra, época que intentan recrear los neovictorianos, la tribu alrededor de la que se desarrolla gran parte de la narración.
La inmensa cantidad de información presente en la obra puede resultar, sobre todo para aquellos de nosotros menos educados en las maravillas de la ciencia y la tecnología, abrumadora. La era del diamante no es un libro de rápida asimilación, y se presta a lecturas repetidas para terminar de entender muchos de los aspectos de ésta. Lo que queda claro es que nos encontramos, en el fondo, ante una bildungsroman, una novela de aprendizaje por la cual Nell, nuestra protagonista, se educa y crece mediante el apoyo de un “manual”, un libro interactivo que la prepara para enfrentarse a la vida, guiada por la inteligencia artificial de este libro-máquina y a la vez por la “ractriz” real que se oculta tras el libro y con quien Nell formará un vínculo filial. Stephenson explora, a través de este libro, los límites de la inteligencia artificial, ya que aunque en su obra aparecen diversos ejemplares de este manual, sólo el de Nell la conduce a una madurez completa y funcional, debido al apoyo de esta figura humana y maternal, y a la vez tropieza con la metaliteratura conforme se fusiona la vida de Nell con la vida descrita, mediante cuentos de hadas, en el libro. El proceso de aprendizaje de Nell se muestra en el abigarrado contexto social y cultural de este extraño mundo futurista que nos presenta el autor, donde se explora el uso de la información como poder absoluto, la relevancia de la educación, y el eterno enfrentamiento entre Oriente y Occidente. Este mundo se ubica unos 80 o 100 años posteriores en el tiempo al mundo de Snow Crash, novela de la que ya hablamos en Lecturalia.
La habilidad de Stephenson para crear mundos tecnológicamente subversivos nace, probablemente, de su procedencia de una familia de científicos. Sin embargo sus mundos extraños crean personajes extraños, con los que resulta muy difícil crear una simbiosis lectora, y su narrativa a menudo se ve disminuida por un exceso descriptivo que impide el desarrollo fluido de la trama. De cualquier forma sus tramas siempre resultan múltiples, con ramificaciones elocuentes frecuentemente gratuitas cuya única intención es mostrar nuevos o diferentes aspectos del universo que ha creado. Sea como sea, es posible que Stephenson no sea el narrador más eficiente al otro lado del charco, pero sin duda es un demiurgo impresionante.
Neal Stephenson
La era del diamante