Julio Florencio Cortázar nació en Bruselas en 1914, y murió en 1984 en París. En 1938 publicó su primera colección de poemas, Presencia, tras la cual comenzaron a aparecer sus libros de cuentos: Bestiario (1948), Historias de cronopios y famas (1951), Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959), por mencionar algunos. Aunque escribió varias novelas, probablemente la más conocida sea Rayuela (1962), una propuesta de deconstrucción del texto facilitada por la ruptura de la pauta convencional de linealidad narrativa.
Al hablar de Cortázar es inevitable que nos venga a la mente el concepto de realismo mágico. ¿Pero qué es el realismo mágico? El término “realismo mágico” se acuñó en la crítica artística (fue utilizado por el crítico alemán Franz Roh en 1925 para caracterizar un grupo de pintores post-expresionistas) y se extendió a la literatura. El realismo mágico sirvió para definir una tendencia en la narrativa hispanoamericana entre 1950 a 1970, tendencia en la que se suele incluir a Julio Cortázar. El realismo mágico se define como la preocupación estilística y el interés en mostrar lo común y cotidiano como algo irreal o extraño. El papel del narrador es fundamental, ya que muestra cosas raras o mágicas como normales y cotidianas (o muestra aspectos normales y cotidianos como si fueran aspectos raros o mágicos).
La estrategia del escritor consiste en sugerir un clima sobrenatural sin apartarse de la naturaleza y su táctica es deformar la realidad. Personajes, cosas, acontecimientos son reconocibles y razonables, pero como el narrador se propone provocar sentimientos de extrañeza, se abstiene de aclaraciones lógicas. Los personajes no se desconciertan ante lo sobrenatural y lo aceptan como un aspecto más de su existencia, lo que conduce a una mayor sensación de extrañeza para el lector. Esto ocurre, por ejemplo, en el relato de Cortázar Axolotl, donde el personaje/narrador acaba aceptando de manera fatídica una transformación en pez. Otros autores representativos de esta tendencia son Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges o Isabel Allende.
Al analizar de qué manera Cortázar transforma su historia en discurso, partimos de la base de que en la mayoría de sus textos ya de por sí es complicado definir dicha historia. Manteniendo el ejemplo del relato Axolotl, ¿narra Cortázar la historia de un pez que se cree hombre, de un hombre que se cree pez, o de un pensamiento de hombre que se cuela en la consciencia de un pez? Sea como sea, podríamos resumir la historia de la siguiente manera: Un hombre visita un acuario. Comienza a visitarlo con frecuencia. El hombre se transforma en pez. Pero, ¿cómo convierte Cortázar esta fábula aparentemente sencilla en un complejo entramado discursivo? El uso estudiado de diversas estrategias narrativas (desde el tipo de narrador y narratario hasta el ritmo temporal y las formas verbales) nos revela que nos hallamos ante una forma de narrativa personal, una forma de representación indirecta del pensamiento del narrador/personaje que podría definirse como monólogo autonarrado, en el que convergen no sólo las perspectivas del narrador y del personaje, sino también el pasado con el presente. Podríamos también considerar, sobre todo conforme avanza el texto y la narración se vuelve más personal, más intimista, que nos hallamos ante una psiconarración, ya que el personaje abandona su tono neutral para plantearnos sus temores, sus dudas y observaciones subjetivas. Podemos deducir, asimismo, que la transformación de la historia en discurso es, gracias a una construcción que obtiene una implicación mucho mayor del lector y una serie de posibilidades mucho más amplia que otras modalidades de narración, bastante más que una simple trasposición adornada: Cortázar consigue crear un texto de múltiples sentidos, rico en simbología, con un ritmo estudiado y eficaz, cierta ambigüedad efectiva y un narrador/personaje lleno de vida.
Si bien Axolotl sería un ejemplo perfecto de esta transformación sorprendente de fábula en literatura, el análisis ponderado de otros relatos de Cortázar como Casa tomada, que ha proporcionado serios dolores de cabeza a lectores, críticos y teóricos nos muestra la riqueza semiótica, hermenéutica y técnica de este genio de la creación artística, este maestro de la comunicación.