La Asociación de Bibliotecas Americana acaba de publicar un ránking en el que se listan los libros disponibles en Estados Unidos que más han sido atacados para provocar su retirada de las estanterías de colegios y bibliotecas públicas. Por lo visto, el total de intentos ha subido a 518 de los cuales 74 fueron prohibidos o restringidos con éxito.
El autor conocido que más palos se ha lleado este año es Philip Pullman, autor de la saga de la Materia Oscura -aquí es conocida su adaptación al cine con el título de La brújula dorada– que viene siendo objeto de una campaña constante promovida por grupos ultracatólicos. A Pullman, que ya está curtido en estas lides, le parece un orgullo estar en el Top-10 de libros prohibidos, aunque lamenta que haya gente que se crea con el derecho a decidir lo que otros pueden o no pueden leer.
En los últimos años se han registrado más de 4000 intentos para quitar libros de las bibliotecas, siendo las obras con protagonistas gays o lesbianas las que se llevan la palma como tres obras en el Top-10.
En esta línea, el libro más perseguido y vilipendiado de este año se llama Tres con tango, una historia infantil sobre una anécdota real: Dos pingüinos macho, cuya relación era… cercana, criaron a un pequeño pingüino en el zoo de Central Park. Esa premisa, que en el libro quiere acercar a los niños la posibilidad de familias diferentes a la tradicional, no ha gustado nada -pero nada, nada- a multitud de asociaciones e iglesias americanas que han montado una campaña de acoso y derribo contra el libro. Esperemos que por el momento no salten las vallas del zoo y dejen a los tres pingüinos vivir en paz en su pequeña casita.
Los libros de J.K Rowling también se enfrentaron a duras acusaciones por fomentar la brujería entre los niños, y hace poco ha salido a la luz una noticia sobre la Administración Bush en la que no se llegó a premiar a la autora británica por ese mismo motivo.
De entre los clásicos de siempre, El color púrpura y El guardián en el centeno parecen los objetivos más apreciados por los censores americanos, que intentan, año tras año, evitar que alguien puede leer por sí mismo, no vaya a ser que aprenda algo peligroso.
Vía: The Guardian