Philip Kindred Dick, escritor estadounidense nacido en 1928 y fallecido en 1982, no es tan sólo uno de los autores más importantes de la historia de la ciencia ficción, sino también uno de los escritores que más veces se han adaptado al cine (aunque difícilmente llegará a superar jamás a Stephen King, del que se ha adaptado gran parte de su obra).
La razón de que Dick sea tan popular entre guionistas y directores podría basarse tanto en una fecunda imaginación muy adelantada a su tiempo, como en su creación de historias asombrosas protagonizadas por, vamos a decirlo con mucha precaución, héroes un poco atípicos. Porque es evidente que en la mayoría de sus novelas y cuentos, los protagonistas suelen ser personajes poco habituales, atrapados en situaciones inverosímiles y carne de cañón para el psicoanálisis más profundo. Todavía extraña, pues, que Woody Allen no se haya embarcado en un proyecto basado en su obra. Tiempo al tiempo.
Si hablamos de Dick y el cine, hay que empezar por el principio, no solamente porque Blade Runner (1982) fuera la primera adaptación, tampoco porque Dick en persona estuviera indirectamente involucrado en el proyecto (aunque nunca pudo llegar a ver el resultado ya que murió cinco meses antes del estreno), sino por la importancia que la cinta dirigida por Ridley Scott ha cobrado desde su aparición. Blade Runner ha trascendido al género de la ciencia ficción, y es considerada por muchos como una de las grandes obras maestras de la historia del cine. Sin embargo, ¿es una buena adaptación de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la obra en la que se basa? Seguramente no, y es muy probable que Scott lo prefiriera así. Muchos “cinéfilos” (las comillas son necesarias) no muy duchos en ciencia ficción literaria se han acercado a la corta novela de Dick por mera curiosidad, sorprendiéndose de los pocos puntos en común entre ambas obras, y han llegado a asegurar que la película es superior a la novela. Seguramente: estamos hablando de una obra menor del autor, y comparándola con una película inolvidable. Las comparaciones suelen ser odiosas, y en este caso son injustas. No hay ningún problema en esto: la incultura se cura leyendo, y podrían llevarse una gran sorpresa comparando la siguiente adaptación al cine de Dick, Desafío Total (1990), con el cuento en que se basa, Podemos recordarlo por usted al por mayor. En este caso tampoco nos encontramos ante una adaptación pura, y aunque la película es muy entretenida, no deja de ser un vehículo de lucimiento de Arnold Schwarzenegger; el cuento, en cambio, es una pequeña joya que posee uno de los finales más impactantes de la obra corta del escritor.
Otras adaptaciones han sido francamente insatisfactorias: Minority Report (2002) cambia por completo la intención del autor (la misma inclusión de Tom Cruise como protagonista habría hecho enfurecer, seguramente, a Dick) y se queda en una mediocre intentona; Paycheck (2003) no puede ser tomada en serio, ni como película de acción ni como adaptación; Next (2007), una buena película a su manera (una manera muy particular, aclaro), tampoco es una adaptación, sino que recoge una pequeña idea aparecida en el mediocre cuento El hombre dorado para formar a su alrededor una especie de thriller algo rebuscado pero interesante.
Las dos mejores adaptaciones de la obra de Dick son, precisamente, y dejando a un lado la canadiense Asesinos Cibernéticos (que no tengo el gusto de haber visto), las dos menos conocidas. A Scanner Darkly (2006), la primera, es una obra que, imagino, habría sido muy del gusto del autor (que la habría visto acompañándola de algunas… llamémoslas “vitaminas”); Infiltrado (2002), por su parte, es posiblemente la más fiel al autor estadounidense. Basada en su cuento Impostor, esta película de presupuesto medio recoge de manera honesta la intencionalidad que Dick depositó en su relato, conformando un muy buen producto que, no obstante, sólo es apto para consumidores habituales de ciencia ficción o películas de serie B.
Philip K. Dick