Hablar de La Confusión resulta, como su nombre ya nos indica, algo confuso. Hay que dejar claro que bajo ese título se recoge el segundo volumen de El Ciclo Barroco, libro dividido en dos para su primera edición y en tres para su publicación en bolsillo. A su vez El Ciclo Barroco está compuesto de Azogue y de El sistema del mundo, a su vez divididos también en varias partes. También, todo hay que decirlo, todo el ciclo está relacionado también con El Criptonomicón, una obra anterior de Stephenson. La verdad es que el sistema de publicación ha quedado realmente barroco.
A lo que vamos. La Confusión es la continuación de Azogue, novelas situadas a caballo entre el siglo XVII y el XVIII, por lo tanto, a primera vista, de naturaleza histórica. Sin embargo, me resisto a calificar estos libros de esa manera. Es cierto que son novelas de época, de eso no hay duda, pero el componente principal, sobre todo en La Confusión, es el de aventuras. Pero no de aventuras como se trata el género hoy en día, un poco de acción, unos cátaros perdidos y un misterio de la iglesia, en realidad me refiero a las Aventuras con mayúsculas que tienen sus mejores referentes en Alejandro Dumas y Emilio Salgari.
En La Confusión viajamos de Londres a Versalles, de Irlanda a Argel, de Egipto a la India, de Japón a Nuevo México… idas y vueltas, robos, conjuras, asesinatos, transacciones bancarias de primer orden; nos encontramos con reyes, piratas, vagabundos, soldados y personajes que además son todo eso a la vez y mucho más. La Confusión es el punto medio de una historia compleja y que se extiende desde las revoluciones protestantes al fin de la alquimia, de los católicos conservadores del orden a los filósofos naturales, de Mediapicha Shaftow a Isaac Newton… desde luego no es un libro al que acudir sin haber leído antes Azogue, pero, en mi opinión, tiene mucho más ritmo que el anterior. Deja a un lado cuestiones matemáticas y de filosofía para centrarse más en nacimiento de la economía moderna, y, sobre todo, da prioridad a los viajes y aventuras de Jack Shaftoe y su camarilla.
Neal Stephenson se ha vuelto un autor inclasificable, que sigue tonteando con la ciencia ficción pero que ha encontrado mucho que contar en la época de El ciclo Barroco. El universo que creó en el Criptonomicón se ha extendido profundamente y resulta curioso encontrar sitios descritos en aquellos primeros libros a través de los ojos de un descendiente de Shaftoe y luego, años después, encontrar el mismo sitio –Manila– descrito por su lejano antepasado.
Todo el Ciclo Barroco no es una obra a la que atreverse sin más, no es sencilla de leer y requiere cierto esfuerzo seguir la incesante trama, entre lo narrativo y epistolar, que se desarrolla dando saltos de una parte a otra del globo. Pero claro, a veces las mejores cosas cuestan un poco más de conseguir.