De vez en cuando surge un libro diferente al resto dentro del panorama habitual. Te das cuenta en seguida, apenas cuando llevas tres o cuatro páginas leídas. Si la novela en cuestión es de género fantástico y además de un autor nacional, la circunstancia se vuelve más evidente si cabe.
Las fuentes perdidas es uno de esos libros. ¿La razón? Quizá sea difícil de explicar. Lo cierto es que es un libro que no comparte referencias, un libro en el que se nos cuenta una historia con personajes que tratan de huir del tópico -aunque no siempre lo consigan-, y que nos lleva a través de un mundo complejo y desconocido, parecido tal vez al que nos enseñó Clive Barker con Imajica.
Cotrina nos cuenta la historia de Delano Gris, conocedor de las sendas secretas, guía y mercenario, contratado para encontrar uno de los misterios que todos los habitantes del Otro Lado sueñan con encontrar alguna vez: Las fuentes perdidas, el agua de la inmortalidad, la sabiduría, la santidad…
A partir de ese momento nos encontraremos en una novela viaje, casi de descubrimiento, en el que sin darnos tregua, Cotrina nos lanzará escenarios imposibles e imágenes sugerentes, sin dejarnos entrever demasiado cómo se va a resolver la historia.
Sin embargo se notan ciertos problemas, quizá achacables todavía a ser una de las primeras obras del autor. El lenguaje florece en algunas descripciones para cortarse en otras, sin mantener el mismo estilo durante el libro. También, aunque igual es una perspectiva demasiado personal, puede pecar de paisajista, dando más importancia al escenario que a la historia.
De todas maneras, es una obra muy original y que se disfruta leyendo. No es una historia que cambiará el mundo, pero sí que es ideal para pasar un buen rato y que es capaz de dejar al lector con ganas de más, algo que no es demasiado fácil de conseguir hoy en día con la literatura fantástica.
José Antonio Cotrina