Ya hemos comentado en Lecturalia en varias ocasiones cómo se están utilizando cada vez más las novelas dejadas a medio terminar -o simplemente esbozadas- por escritores que ya no pueden decidir sobre su obra. Uno de los ejemplos más claros es el de Nabokov, quien dejó muy, pero muy claro, que se quemaran las notas que tenía sobre un proyecto de novela de título Laura.
Pues bien, ya se sabía que se pretendía publicar el apaño de novela que el hijo del escritor, Dimitri, ha completado a partir de dichas notas. Esta vez, como ejemplo de honestidad con el escritor, el New Yorker ha rechazado la publicación del avance de dicha novela, recayendo el dudoso honor de presentarla a cargo de la revista más famosa del mundo por sus artículos: Playboy.
¿Lo habrá hecho el New Yorker por respetar a Nabokov o por la propia calidad de la novela? Eso no está claro todavía. Eso sí, Nabokov era conocido por su meticulosidad y su perfeccionismo a la hora de escribir, algo que a su hijo no se le conoce -o al menos soy yo el que lo ignora-.
La otra cara de la moneda: recordemos que Kafka también pidió que se quemaran sus obras inéditas, deseo que no se respetó y nos dejó leer joyas como El castillo. ¿Es lo mismo una obra terminada que un conjunto de notas? ¿Hasta donde el derecho al arte o al conocimiento es superior a la libertad personal?
Vía: El bibliómano