Los cuentos de Borges siguen siendo un ejemplo maravilloso de la invención humana, del engaño y la complicidad por parte del escritor, de la capacidad para crear historias en las que la realidad y la ficción se retuercen hasta que el lector no sabe bien cuál es la diferencia.
Dentro del corpus de cuentos de Borges los hay más realistas, como las historias narradas en su Historias de la Infamia, o de corte mucho más fantástico. Uno de los que combina un elemento más irreal es, sin duda, El Aleph.
Publicado por primera vez en 1945, es un ejemplo perfecto de ese estilo cargado de erudición que Borges era capaz de condensar hasta el extremo, dejando cuentos cortos como este, lleno de matices y complejas referencias que acabaron por convertirlo en uno de los referentes del escritor argentino.
La historia resulta sencilla para un hecho complejo: la propia existencia del Aleph, el punto, el lugar donde se puede contemplar todo el mundo desde todos los ángulos. Borges se narra a sí mismo, se sitúa en un momento de enamoramiento, y en medio de una rivalidad con un ficticio escritor. El descubrimiento del Aleph, sin embargo, más que una epifanía se convierte en un hecho que acaba trivializándose. Una manera de decirnos que todo el conocimiento del mundo no nos haría felices.
Las interpretaciones sobre el cuento de Borges son casi tan infinitas como las aristas del propio Aleph, así que lo mejor es disfrutar del cuento y dejar que sea nuestra propia intuición la que nos guíe a través de las intenciones de su autor.
El Aleph, para leer o descargar en Ciudad Seva.
Jorge Luis Borges
El Aleph