Ya hemos comentado en otra ocasión algún libro de esta escritora francesa. Hay que dejar claro que no es una lectura de novela negra normal. Fred Vargas siempre plantea los libros de una manera en la que te tienes dejar llevar, es un acuerdo en el que si no entras, puede que llegado un punto de la lectura te preguntes si en realidad no tenías nada mejor que hacer.
En La tercera virgen[Siruela] nos encontramos de nuevo al comisario Adamsberg, recién llegado de su valle en los pirineos y tan meditabundo y reflexivo como de costumbre, puede que más. Dos cadáveres de unos criminales habituales levantan las sospechas del comisario pese a que todo indica que es un asunto de drogas. Mientras investiga las muertes, Adamsberg se reencuentra con una forense con la que trabajó cuando iniciaba su carrera, al mismo tiempo que tiene que lidiar con unos asuntos en Normandía y sus secos habitantes y con el fantasma de la monja sangrienta que al parecer vive en su nueva casa.
Vargas retoma al comisario Adamsberg y al microcosmos de la comisaría con Danglard a la cabeza, mientras saca a la luz elementos del pasado pirenaico del comisario en forma de un recién llegado a la unidad, originario del valle montañés contiguo al de Adamsberg, entre los que existe una rivalidad milenaria. Como nota distintiva, este nuevo compañero improvisa versos y habla con ellos para dar explicaciones, lo que saca de quicio a Danglard.
De nuevo nos encontramos con unos diálogos rápidos e interesantes, una narración fluida como es habitual en Vargas, y también con esos elementos peculiares, casi mágicos en ciertos momentos, que tienes que creer casi en un acto de fe, de comunión con el universo tan parecido y diferente al nuestro que ha creado Fred Vargas para situar sus ficciones.
Fred Vargas
La tercera virgen