Hoy hace 60 años que Orwell publicó 1984 y desde entonces las interpretaciones de su obra se han dado por cientos, en busca, normalmente, de arrimar el ascua a su sardina ideológica.
Durante los últimos años el debate estaba más o menos dividido entre los que sólo veían la parte comunista del texto y los que pensaban más en su lado fascista. La corriente menos utilizada en política y más en literatura era la que siempre ha dado igual importancia a ambos elementos.
Si bien es cierto que la figura malvada central en 1984 es prácticamente igual al dictador Joseph Stalin, sus métodos y maneras, la estructura de esa Oceanía imaginaria, se corresponde a un estado fascista. El control absoluto del Estado no es privativo de ninguna dictadura, sea cual sea su color ideológico.
La nueva moda es dejar a un lado ese componente político -total, parece que podemos obviar a China y su dictadura, cada vez más cerca del libro de Orwell– y centrarse más en el lado tecnológico de la historia. Desde el mundo americano sorprende que cada ciudadano tenga un número de identificación y así lo ponen como ejemplo de deshumanización. En muchos países de Europa hace tiempo que tenemos documentos de identidad con huella digital incluida y no parece un atentado tan maligno.
Los conceptos de privacidad, es cierto, no nos engañemos, están amenazados, pero esta vez no desde un estado omnipresente y controlador que quiere saber en todo momento en qué estamos pensando. Ese es la razón de la tecnología en 1984, control del pensamiento, perdida de la identidad a través de un sistema adoración al líder. Ahora, sin embargo, pese a que el control puede ser más efectivo, no estamos en un control de las ideas: los movimientos neoliberales quieres saber qué haces, dónde estás, qué compras. ¿El imperio de la ley a través de la intrusión? Hace pocos días, en Francia, se utilizaron programas militares de rastreo para desmontar un servidor de descargas P2P. Lo cierto es que todo lo que suena a intervención del ejército en la vida civil da un poco de respeto, sobre todo si es para algo tan trivial como descarga de películas.
Las nuevas tecnologías de comunicación o las herramientas de posicionamiento no son malas, dañinas o perjudiciales, pero, y ahí es donde Orwell seguirá vigente, el uso erróneo que le den los estados determinará el nivel de libertad de los individuos. Frente al inmovilismo del pensamiento nos enfrentamos a el análisis del consumo. La nueva era será “Eres lo que consumes” y el rastro, en lugar de en papeleras, lo iremos dejando en las cookies del navegador y los unos y ceros de las transferencias electrónicas.
George Orwell
1984