No es extraño que al leer la historia de Fernando Macarro Castillo, nombre real del poeta Marcos Ana, uno tenga la sensación de estar descubriendo a un personaje singular al que merece la pena conocer, leer y escuchar. Y eso debió de pensar el cineasta manchego, que tras descubrir al autor a través de las páginas del suplemento cultural de El País, quiso rápidamente reunirse con él. Tras conocerse, Pedro Almodóvar lo tuvo claro: quería comprar los derechos para convertir en película Decidme cómo es un árbol, su biografía, publicada en 2007.
Marcos Ana nació en una familia pobre y católica, y descubrió el marxismo mientras repartía propaganda cristiana en mítines socialistas. Al escuchar las arengas izquierdistas se vio reflejado, él y los suyos, lo que hizo que se afiliara a las Juventudes Socialistas Unificadas (aunque, paradójicamente, en estos primeros tiempos no se olvidara de rezar sus oraciones cada noche, como él mismo ha explicado). Al empezar la guerra formó parte de un batallón de las JSU denominado Libertad que tomó posiciones en la sierra de Madrid. Tras la regularización del ejército republicano tuvo que abandonar el frente ya que era menor de edad. Ya afiliado al Partido Comunista, se convirtió durante la Guerra Civil en secretario general del partido en la comarca de Alcalá de Henares y en comisario político de una unidad del ejército. Cuando la guerra ya estaba perdida se trasladó a Alicante para ser evacuado del país, ya que los representantes políticos de la izquierda eran uno de los objetivos del bando nacional, pero los barcos que debían sacarlo de España, a él y a miles como él, nunca llegaron. Ingresó en prisión, donde conoció a Buero Vallejo y a Miguel Hernández, entre otros, sin duda sin pensar que se convertiría en el más longevo preso de las cárceles franquistas.
El padre del poeta murió durante la guerra; la madre, en las cercanías de la prisión de Burgos mientras intentaba, infructuosamente, ponerse en contacto con su hijo: en su honor Fernando Macarro Castillo adoptó los nombres de ambos para conformar su pseudónimo, Marcos Ana, bajo el que empezarían a circular poemas en el exterior de la cárcel que eran sacados de allí de forma clandestina. Su vida (y la de sus compañeros) en la cárcel merece ser escuchada con atención: pequeños y sentidos homenajes a Miguel Hernández o Neruda, fabricación de revistas, formación de una biblioteca obrera escondida entre las páginas de vidas de santos. Represión. Tortura. Sin embargo, Pedro Almodóvar ha manifestado que hará hincapié en su vida tras la cárcel, igualmente interesante.
Cuando Marcos Ana fue excarcelado en 1961, tras una campaña internacional a su favor, contaba con cuarenta y un años y había pasado los últimos veintitrés en prisión. Lo que encontró fuera lo descolocó completamente: vomitaba la comida, se mareaba en los espacios abiertos y sentía temor a los coches. También era un cuarentón virgen que fue obligado por un amigo a pasar una noche con una prostituta que, al verlo tembloroso, pensó que estaba borracho. Se pasaron la noche hablando, él contándole a ella su historia y ella emocionada ante aquel niño con piel de hombre. Así sería siempre: Marcos Ana, en 2002, afirmó que no contaba con ochenta y dos años, sino cincuenta y nueve. Los años en prisión, después de todo, no cuentan.
La historia de Marcos Ana es mucho más extensa: su huida a Francia, su trabajo codo con codo con Pablo Picasso en el Centro de Información y Solidaridad con España, su regreso a su tierra tras la muerte de Franco… Está por ver qué hace nuestro director más universal para reflejar la vida del que, a sus casi noventa años, sigue siendo uno de los símbolos más importantes de la lucha por la libertad.
Marcos Ana
Decidme cómo es un árbol: Memorias de la prisión y la vida