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Entrevista a Rodolfo Martínez

AutorAlfredo Álamo el 28 de marzo de 2009 en Entrevistas

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Ya hemos hablado en Lecturalia con anterioridad de los llamados pastiches holmesianos, continuaciones, o narraciones, de la obra de Arthur Conan Doyle. Hoy os traemos una pequeña entrevista con uno de los escritores españoles que más ha cultivado el pastiche, y posiblemente el que lo ha hecho con un estilo más personal: Rodolfo Martínez

Lecturalia: ¿Qué es para ti un pastiche? Hay opiniones en las que una simple continuación, en este caso Holmesiana, de la obra original, sin mezcla, no es un pastiche.

Rodolfo Martínez: Pues en realidad, no tengo muy claro lo que es un pastiche, una definición clara y precisa. Básicamente, supongo, la acepción que más se acepta, al menos en el entorno literario, lo convierte en algo muy parecido a la fan fiction. Incluso pastiches escritos por escritores “de verdad” (nótese el deliberadísimo entrecomillado) como Las nuevas andanzas del Lazarillo de Tormes de Cela, por poner un ejemplo, no dejan de ser la obra de un fan que está escribiendo sobre un personaje o un universo de ficción que le guste, le atrae, le obsesiona o las tres cosas a la vez.

De hecho, creo que eso es lo que distingue el pastiche de la franquicia: el impulso original es el de un admirador de lo que está “pasticheando“, no el de un asalariado al que le han encargado escribir una novela de tal o cual escenario.

L: ¿Cómo empezaste a escribir tu primer pastiche? ¿Por qué Holmes?

R: Pues mi primer pastiche, por lo que recuerdo, fue una continuación de Star Wars. Tendría unos trece o catorce años, probablemente. Y era lo que he dicho: un fan recreando un universo de ficción que le gustaba y escribiendo nuevas aventuras de sus personajes favoritos. A eso siguieron un intento de continuar la Trilogía de la Fundación de Asimov y el 2001 de Clarke.

Todo eso fueron intentos fallidos, evidentemente.

Mi primer pastiche holmesiano llegó un par de años más tarde. Y, en realidad, contaba las aventuras de un lejano descendiente de Holmes que vivía en la España del mediados del siglo XXI. Algo más tarde escribí la primera versión de lo que se acabaría convirtiendo en “La aventura del asesino fingido“, el relato final incluido en Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos.

¿Por qué Holmes? No sé exactamente por qué. El personaje me fascinaba. Y toda la parafernalia que lo rodeaba también, así como su entorno. Supongo que fue, simplemente, un intento más de hacer algo con universos de ficción que me gustaban. Pero al contrario que con las continuaciones de Star Wars o de Fundación, la idea de escribir sobre Sherlock Holmes no se desvaneció cuando llegué a la edad adulta.

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L: ¿Decidiste respetar el canon a rajatabla o te fuiste dando licencia a medida que avanzabas?

R: Depende. ¿Qué consideramos canon?

Siendo estrictos, éste son única y exclusivamente los relatos originales de Arthur Conan Doyle. Sin embargo, buena parte de los holmesianos consideran canónica la biografía del personaje escrita por Baring-Gould.

Intenté siempre que mi Holmes fuera consistente (en cuanto a acciones y motivaciones) con el de Conan Doyle. Asumía que los cuentos y novelas de éste eran parte del pasado (y a veces del futuro) del Holmes que yo estaba recreando. Y, como he dicho, creo que nada de lo que he escrito sobre el personaje contradice una sola línea del Holmes canónico.

Con la biografía fui más fléxible. Me pareció una guía útil, y la seguí siempre que pude. Donde las necesidades narrativas me llevaban a prescindir de ella, no tenía problema en hacerlo. Al fin y al cabo, incluso partiendo del juego de que Holmes es un personaje real del que Baring-Gould escribió una biografía, no tenía por qué aceptar que todo lo que contó su biografío era cierto. Yo podía tener otros datos que me dijeran otra cosa.

L: ¿Fantasía y Holmes? ¿Qué reacción esperabas del público?

R: Sí, me pareció una mezcla evidente, desde el principio. Al fin y al cabo, en el XIX inglés se produce una interesante explosión de la literatura fantástica, a la que el propio Conan Doyle no es ajeno. Así que por qué no. Por otro lado me parecía interesante enfrentar a un racionalista extremo como Holmes con elementos fantásticos. Ver cómo los justificaba y los racionalizaba cuando no podía negarlos.

Nunca tuve muy claro qué reacción esperar, la verdad. Me sorprendió la acogida tan favorable que tuvo mi primera novela de Holmes, Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos, aunque analizado a posteriori no es tan sorprendente. Al fin y al cabo, sigo muy de cerca el canon (estamos en el XIX, es Watson quien narra la historia, estamos investigando tres casos de los que Conan Doyle habla de pasada en “El problema del puente de Tor“…).

Sabía que la reacción con las siguientes historias, entre el sector más holmesiano de los aficionados, sería menos favorable.

No me importó. Tenía clara una cosa. Dos, para ser exactos. Mi Holmes debía ser coherente con el Holmes canónico. Pero, al mismo tiempo, no tenía sentido hacer con él lo mismo, contar el mismo tipo de historias que contaba el canon. Al fin y al cabo, para eso ya estaba el canon, y dar más de lo mismo me parecía una pérdida de tiempo. Así que fue una elección deliberada por mi parte llevar a Holmes a lugares totalmente nuevos y, en ocasiones, inesperados. Sabía que eso me iba a granjear enseguida la antipatía de los holmesianos más ortodoxos, pero no me importó, en tanto escribiera buenas novelas y yo sintiera que estaba siendo fiel a Holmes, tal como yo lo veía.

L: ¿Cuál crees que es el mejor de tus pastiches?

R: Creo, sinceramente, que el segundo, Sherlock Holmes y las huellas del poeta. Por ambición en el escenario y la historia, y también por los resultados. Y sobre todo, por la sensación que sigo de teniendo de que, sin dejar de ser fiel a Holmes, supe llevarlo por caminos inesperados. Aunque confieso que la parte central de Sherlock Holmes y el heredero de Nadie, donde cuento las andanzas del joven Sherlock en el oeste americano, está también entre mis favoritos

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L: ¿Y de los pastiches holmesianos en general?

R: Mi favorito sigue siendo Adiós, Sherlock Holmes, de Robert Lee Hall. En buena medida por lo que apuntaba antes: es consistente, coherente y fiel con el Holmes canónico, pero al mismo tiempo, lo lanza hacia lugares nuevos e inesperados. Y lo hace de un modo brillante.

L: ¿Piensas continuar o ya has agotado lo que tenías que contar acerca de Holmes?

R: En principio (y recalco lo de “en principio”, porque con estas cosas nunca se sabe y es mejor ser prudente) Holmes es, para mí, un ciclo cerrado. Cierto que me gustaría volver, en algún momento del futuro, a la fórmula del relato, al, digamos, método canónica: cuentos largos, narrados por Watson y ambientados a la luz de gas del siglo XIX. Pero ya veremos si eso llega a cristalizar o no.

Lo que sí que me gusta mucho es el universo de ficción que he ido construyendo en estas cuatro novelas. Un universo de ficción en el que, usando la figura de Holmes como foco, he ido reconstruyendo y amalgamando buena parte de los cosmos ficticios que me fascinaron de joven. Desde luego, me gustaría volver, tarde o temprano, a ese escenario. Probablemente ya sin Holmes. Y no será una sorpresa para nadie si digo que es muy posible que el centro de atención narrativo sean en esta ocasiones Kent y Kane.

Pues hasta aquí la entrevista. Muchas gracias a Rodolfo Martínez por la atención prestada.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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