Desde hace poco puede verse un anuncio en televisión mostrando a un hombre de 102 años, al que la voz en off denomina “el hombre más viejo de España”. Pero no es cierto, porque Francisco Ayala acaba de cumplir 103. No sabemos si será el hombre más viejo de España, pero debe de estar cerca; no hay duda de que goza de una lucidez envidiable, y una salud que lo hace resistir a enfermedades, operaciones y otros males, gracias a, según él, su consumo diario de miel y de whisky y a su esposa, Carolyn Richmond, una “jovencita” que ha sido, además, la que mejor ha sabido entender y analizar su obra. Cuando Ayala y Richmond se conocieron, el pelo de ella prendió fuego mientras reía*, y desde entonces han sido inseparables. Ella le compra la miel, la misma miel que compran sus vecinos, quienes imitan su costumbre por si en ella se ocultara realmente el secreto de su longevidad.
Francisco Ayala no es un escritor más, al que parece que haya que rendirle homenaje sólo por lo avanzado de sus años. Granada, su ciudad natal, lo ha tenido siempre presente, y anualmente se organizan homenajes, congresos y eventos relacionados con la figura de su hijo pródigo, que se exilió a América (a Argentina, a Puerto Rico, a Brasil, a Nueva York) hace ya tantos años. Ayala escribe a ordenador, tiene un perfil en Facebook y, lejos de alejarse del mundanal ruido, opina de política, economía y de todo lo que le pregunten. Otro año más, Ayala es uno de los candidatos propuestos por España para el Premio Nobel, sin embargo tiene que enfrentarse a otros dos monstruos de la literatura hispana, Miguel Delibes y Ernesto Sábato. Su natural optimismo y vitalidad contrasta con fuerza con la actitud nihilista y miserable de sus personajes, su carácter tranquilo e irónico con el mundo oscuro y terrible que describen sus obras.
En el palacete nazarí de Alcázar Genil, en Granada, tiene su sede la Fundación Francisco Ayala, organización que asume la nada fácil tarea de “custodiar el legado creativo, intelectual y material de Francisco Ayala y promover el estudio y la difusión de su obra como precursor de la renovación de la prosa española de vanguardia, la narrativa y el ensayo del exilio, el pensamiento social y la teoría y la historia literarias”. Junto a este homenaje continuo del autor y de su obra, en su cumpleaños, el día 16 de marzo, fue objeto de una celebración muy especial en la Biblioteca Nacional, presidida por el ministro de cultura César Antonio Molina y con un emocionado discurso de la directora de la Biblioteca, Milagros del Corral (Ayala es, además, presidente del Patronato de la BNE). El homenaje fue presencial y virtual, ya que se abrió una dirección de correo electrónico expresamente para recibir felicitaciones de cualquiera que quisiera unirse a darle la enhorabuena al autor. Pero lo que a menudo olvidamos, al desearle feliz cumpleaños y verlo como un viejecito entrañable y modesto, una especie de abuelo 2.0, es que Francisco Ayala García-Duarte es un diseccionador sin compasión de la esencia humana, un analista terrible de la decadencia, un formalista y filósofo espléndido que ha llevado hasta el límite a críticos, semióticos y sociólogos, un hombre comprometido por ética con el hombre y la sociedad, y uno de los más grandes literatos de nuestro tiempo.
*De la obra de Ayala, Recuerdos y olvidos: “”Hablábamos, y una risa suya le hizo inclinar hacia atrás la cabeza… De pronto veo brotar una llama en su pelo. Su pelo se había prendido en una de las velas; y mi corazón ardía ya, desde ese momento mismo, con súbita violencia. Aquella muchacha era Carolyn Richmond“.
Recuerdos y olvidos (1906-2006)