Albert Sánchez Piñol no es el autor de este libro. Pagó a alguien que pagó a alguien para que lo escribiera. Y el resultado es una novela narrada por una cuarta voz que recoge una quinta y que al fnal se transforma en una sexta. Una sexta en la que se desvela que Albert Sánchez Piñol sí que es el autor de la novela.
Pandora en el congo se puede leer de varias maneras. Una, la más sencilla y decepcionante, sería como novela de aventuras, una historia a caballo entre ecos de Conrad, historias del Tarzán de Burroughs y una amalgama de novelitas de a duro e imágenes Lovecraftianas. El resultado entonces, como aventura, es un poco caótica. Incluso, debido a la estructura, anticlimática.
Sin embargo, como juego literario, la novela es sobresaliente. Tenemos a un protagonista que no lo es, pero que lo parece. Tenemos también una historia dentro de otra, en ocasiones con otra más, que, como en un juego de muñecas rusas, se esconden unas dentro de las demás. Piñol juega a gusto con su papel de escritor pulp. Disfruta contando esas aventuras naif y sin más soporte que la propia autorreferencia del género fantástico. A la vez vuelve a soltar sus obsesiones, como ya hizo en La Piel Fría, repitiendo un mismo esquema en cuanto a la relación de personajes.
De Pandora en el Congo nos podemos quejar como lectores de sus altibajos. A veces la narración se despista, inmersa en el juego que nos plantea el escritor. Si no pierdes el hilo y entras con sus reglas, dejándote guiar por esa mítica selva africana que nos dibuja, el viaje resulta de lo más agradable. En caso contrario… bien, si no hay pacto, y este es un libro que lo necesita, la historia pierde fuelle y su final -o finales, más bien- pueden resultar, como ya he dicho, decepcionante.
Personalmente, disfruté. Soy un público fácil cuando me hablan de la estructura de la creación, sea en teatro, cine o literatura. Y Pandora en el Congo, además de muchas otras cosas -aventura, pérdida, descubrimiento- habla del oficio del escritor, tanto desde el fondo -como negro de un negro de otro escritor- a la creación de una obra propia, aunque de otro.
Pandora en el Congo es arriesgada, frente a la sencillez formal de La piel fría, pero para aquellos que se dejan embaucar por narradores mentirosos y cómplices se convertirá en un libro con el que cada relectura aportará nuevos detalles, nuevos, en definitiva, caminos a través del mar verde africano.
Albert Sánchez Piñol
Pandora en el Congo