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Los Protocolos de los Sabios de Sión (I)

AutorVíctor Miguel Gallardo el 1 de marzo de 2009 en Divulgación

Protocolos de Sion

Pocos libros han sido tan influyentes durante el siglo XX como Los protocolos de los sabios de Sión; y, desde luego, difícil es encontrar otra obra que haya generado más controversia, que haya sido distribuida más profusamente o que, más de cien años después de su publicación, todavía siga leyéndose de forma apasionada en ciertos círculos tomando como verdaderas las teorías conspirativas explicadas detalladamente en el compendio.

Tras muchos siglos de antisemitismo en Europa, la publicación de los protocolos en Rusia, primero por entregas en el diario Znamya, en 1903, y dos años después como apéndice a El Grande en el Pequeño: El Advenimiento del Anticristo y el Dominio de Satán en la Tierra, de Sergei Nilus, encontró un terreno perfectamente abonado para su difusión a gran escala. Dentro del contexto de los últimos años de la Rusia zarista, con un estado empobrecido por crisis agrarias constantes y guerras incomprensibles para la práctica totalidad de la población, la aparición de un panfleto que marcaba claramente con el dedo a los responsables de la situación económica insostenible en que vivía el gigantesco país fue acogido con entusiasmo a duras penas contenido por ciertas clases sociales, tales como la empobrecida burguesía urbana, el ejército, el clero ortodoxo o ciertos aristócratas venidos a menos. Además, en los Protocolos, el problema judío era directamente relacionado con el incipiente movimiento socialista y con la masonería internacional.

Protocolos de Sion

Tras la Revolución, emigrantes anti-comunistas propagaron el libro por toda Europa occidental, tal y como ya habían hecho soldados zaristas años antes en Extremo Oriente. En los confines del continente asiático los Protocolos tuvieron un impacto mínimo en sociedades que vivían ajenas a los conflictos que habían teñido Europa de sangre durante siglos: si bien existían pequeñas y relativamente prósperas comunidades judías en Kobe o Shanghai, para japoneses y chinos esta población no era más problemática que cualquier otra comunidad extranjera instalada en su país. Así, sin perjuicios más allá de los étnicos propios de la cultura japonesa, esencialmente racista, los Protocolos causaron en las altas jerarquías un impacto muy diferente al que debían de tener en el resto del mundo. A ojos de los japoneses, los judíos no eran un problema, sino una solución para sus planes expansionistas por el resto del continente asiático. Así nació en los años 30 el Plan Fugu, un ambicioso proyecto del gobierno japonés para recolocar en Manchuria y otras partes del continente, con ayuda económica estadounidense, a todo aquel judío europeo que lo deseara. La iniciativa respondía a ciertas acusaciones vertidas en los Protocolos, especialmente la máxima de que los judíos eran, casi de forma literal, máquinas de hacer dinero allí donde fueran. Además, de haberse llevado a cabo de forma exitosa, el Plan Fugu habría beneficiado diplomáticamente a Japón por partida doble: por un lado, Alemania podría deshacerse de su población judía a un coste ridículo. Por el otro, los financieros estadounidenses judíos, influyentes ya entonces en la maquinaria gubernamental de la Unión, harían que Estados Unidos cambiara la percepción de que Japón era un rival en el Pacífico, convirtiéndoles virtualmente en aliados.

El Plan Fugu falló debido a que, aunque había apoyos financieros, Alemania no colaboró, y la comunidad judía de Shanghai pidió formalmente a las autoridades niponas que dejaran de enviar emigrantes ante la incapacidad de atenderlos de forma adecuada. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial la mayor parte de los judíos asentados en Japón se trasladaron a Palestina, quedado hoy dos pequeñas comunidades, una en Tokyo y otra en Kobe, débiles reflejos de lo que pudo haber sido y no fue. Pero, no obstante, la influencia del sionismo ya era tan clara que incluso se fundaron religiones, como la Makuya, que identificaban al pueblo japonés con supervivientes de una de las tribus perdidas de Israel.

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