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Chick-lit para principiantes

AutorGabriella Campbell el 7 de febrero de 2009 en Divulgación

Bridget Jones

Desde la llegada de Helen Gurley Brown a su redacción en el año 1967, la revista Cosmopolitan dejó de lado sus pretensiones literarias e informativas y abogó por producir una publicación radical que se adaptara a las necesidades y gustos de un nuevo público objetivo: la mujer liberada. La mujer liberada respondía a todos los preceptos de la tercera oleada feminista: exigía los mismos derechos que los hombres pero no se privaba de ponerse zapatos elegantes o de gastar un porcentaje de su sueldo en ropa de diseño, era trabajadora eficiente (probablemente empresaria), madre de niños adorables y amante/esposa/novia de un hombre igualmente liberado. Lo que la revista Cosmopolitan no pudo prever al crear este prototipo, esta “chica cosmo”, es que estaba a la vez creando un monstruo. La mujer que dirige una empresa, es una madre perfecta, una amante espectacular, y que abandonó hace tiempo la ingestión de alimentos es una imposibilidad física; pero muchas siguen pensando que la oferta de múltiples oportunidades exige que se aprovechen todas ellas y que la lucha por la perfección está estipulada en la biblia Cosmo y en miles de revistas nacidas bajo su acogedora sombra.

El diablo viste de Prada

La chick-lit surge, inicialmente, como respuesta a esta imposibilidad física impuesta en una sociedad que, si bien todavía no ha obtenido la igualdad entre sexos, se ha vuelto más exigente con la mujer moderna. Este post-post-feminismo de mujeres que alternan Vogue con el New Yorker reclama una nueva literatura, una literatura que, aparte de amena y divertida, refleje el estrés causado por querer serlo todo. Así nacen obras de mayor o menor grado de realismo, con imágenes ya icónicas: desde las familiares bragas de abuela de Bridget Jones creadas por Helen Fielding a los tacones imposibles de Carrie Bradshaw imaginados por Candace Bushnell. Un nuevo tipo de mujer equivale a un nuevo tipo de libro, y si bien Danielle Steele y Jackie Collins pueden seguir causando cierta fascinación (como también lo consigue Corín Tellado) con sus historias de altos vuelos y pasiones prohibidas, son nombres como Marian Keyes (Lucy Sullivan se casa) o Lauren Weisberger (El diablo viste de Prada) los que se llevan el gato (léase el cheque) al agua (léase al bolsillo). Aparte de que la edad a la que se dirige este tipo de literatura es menor (entre veinte y treinta años) que a la que se dirigen géneros como la novela romántica, otro distintivo de la chick-lit es la nueva relevancia que adquieren elementos como la familia, las amistades y el trabajo frente al elemento dominante de la novela romántica y otro tipo de “literatura para mujeres”, que es la relación sentimental. Como cualquier producto de éxito, se especializa hasta límites insospechados, como atestiguan los nuevos subgéneros de chica-lit (dirigida a la comunidad latina estadounidense de clase media), la teen-lit (dirigida a adolescentes), la hen-lit (dirigida a mujeres maduras) o la ladki-lit (dirigida a mujeres indias).

En estos tiempos de penuria económica, en los que pierden audiencia las series de televisión que muestran personajes ricos y poderosos, podemos preguntarnos hasta qué punto seguirá siendo atractiva una literatura enfocada hacia la mujer blanca heterosexual, financieramente independiente y exitosa en el trabajo. Tal vez pidamos a voces una aproximación más justa a nuestra realidad, realidad en la que empiezan a cobrar importancia aspectos no necesariamente basados en la marca de nuestros zapatos o el diseño de nuestro vibrador. Pero claro, entonces leeríamos a Kafka, y no a Sophie Kinsella.

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