Conan Doyle fue uno de los escritores más exitosos de su época y su biografía es realmente interesante, y, aunque es conocido, ante todo, por haber dado vida a Sherlock Holmes, personaje con el que consiguió crear un arquetipo, no podemos olvidar a los otros hijos de Doyle.
Otra creación exitosa fue el Profesor Challenger, protagonista entre otras de El mundo perdido, primera novela de “dinosaurios”. Aquí Conan Doyle abandona la novela criminal para acercarse a la ciencia ficción más aventurera, embarcándose en una aventura en América del Sur donde, según las previsiones del profesor Challenger, han permanecido ocultas especies prehistóricas (o antediluvianas, que dirían en ese momento).
Según parece, Conan Doyle sacó provecho de su estancia en la universidad; mientras Holmes está basado en la figura del doctor Bell, uno de los profesores de medicina, la figura de Challenger parece basarse en el profesor Rutherford, otro de sus maestros. La descripción que realiza de Challenger no deja lugar a dudas: el cerebro de un genio en el cuerpo de un hombre de las cavernas. Pendenciero, sin escrúpulos, pero con una mente brillante, este antropólogo se enfrenta a toda la comunidad científica con sus teorías extravagantes.
Otro personaje de Conan Doyle, fue el brigadier Etienne Gerard, mucho menos conocido en España, es oficial de los húsares del emperador en la época de las guerras napoleónicas, lo que le supone vivir diversas experiencias en las que se mezcla la intriga y el humor con la imaginación todo ello al servicio del género de aventuras.
No fue la única aproximación del autor a la novela histórica, una autentica pasión, interesándose sobre todo en las guerras y los ejércitos. Pero su afición más extraña fue, sin duda, su creencia apasionada en el espiritismo, que llega a publicitar en sus novelas como en el caso de una novela protagonizada por Challenger, El país de la bruma o en El asombroso experimento del Dr. Keintplantz, donde este doctor hace una demostración pública de que el alma puede abandonar el cuerpo. En el intento intercambia su alma con la del joven y festero novio de su hija con los correspondientes equívocos (seguro que este argumento tampoco os suena).
Aunque se había acercado anteriormente al espiritismo, fue con la gran guerra, al no poder aceptar la muerte de sus seres queridos, cuando abandonó el catolicismo y abrazando el mundo de los espíritus y del ocultismo como una nueva religión, siendo uno de los engañados por la historia de las hadas de Cottingle: unas supuestas fotografías de estos seres feéricos, a las que Doyle dedicó un libro, para descubrir después que era todo una estafa. Aun así continuó defendiendo el espiritismo, tan decimonónico, lo que le llevo a la burla de la prensa, aunque no por ello dejó en su intento o en sus exhibiciones.
Hay una teoría según la cual, Conan Doyle se vengaría de prensa y científicos, de aquellos que, a contrario que él, sólo creían en las pruebas. Así, algunos le atribuyen la falsificación de el cráneo del conocido como “Hombre de Piltdown” descubierto en Sussex en 1912, presentado como el eslabón perdido y que tardó casi cuarenta años en reconocerse como falso, a pesar de que existían pruebas desde antes de que era un montaje. No cabe duda de que si fue Doyle quien lo montó se debió reír mucho leyendo la prensa.
Arthur Conan Doyle