Resumen y sinopsis de La higuera de Ramiro Pinilla
La construcción en 1966 de un nuevo instituto de enseñanza media en Getxo desentierra la historia del hombre solitario que decidió recluirse en el solar y cuidar de una higuera al poco de acabar la guerra civil. Se trata de Rogelio Cerón, uno de los falangistas que fueron casa por casa para llevarse a fusilar contra las tapias del cementerio a varios de los hombres de Getxo. En una de sus visitas, Cerón se tropieza con la mirada de odio de un niño que se resiste a que le arrebaten a su padre, una mirada que despierta de inmediato en la imaginación del falangista la certeza de que ese niño, cuando crezca, lo matará. Su sugestión aumenta al día siguiente, cuando se encuentra con que los fusilados están enterrados en una fosa común donde alguien ha plantado una higuera. Cerón ya no podrá ser el mismo. Incluso vigilará estrechamente la vida de ese niño, intentará alejarlo de Getxo, tutelar sus estudios para evitar la maldición, el retorno insufrible del pasado y la culpa.«Novelista de rango superior», dijo a propósito de su irrupción Fernando Aramburu. «La concesión del premio Cervantes a Ramiro Pinilla preservaría a nuestra época del reproche futuro de no haber sabido o no haber querido reconocer sus méritos. Pongo en duda que haya muchos como él.»
Ha participado en esta ficha: yiyolon
Muy interesante relato de la vida en Getxo después de la Guerra, del dominio de los vencedores y del sentimiento de culpa de los ejecutores de ese dominio. Más aún para los que vivimos en esa tierra que ha sufrido tanto durante tantos años, por hechos como ésos y otros más recientes equiparables en crueldad
Una historia surrealista cargada de verdades y de realidad. Aunque suene contradictorio lo es, porque la historia podría ser real aunque su personaje principal no lo sea. Una prosa ágil y firme de Pinilla para una brillante historia. Le cuesta arrancar.
Releo "La higuera", el libro que Ramiro Pinilla escribió en el año 2006 acerca de la atmósfera hostil que se respiraba en la postguerra en la localidad de Getxo, donde los "paseos" de los que nunca se regresaba, las "sentencias de muerte", tenian atemorizada a la población y envalentonadas a las milicias falangistas. Así el autor vasco, con el lenguaje claro y sin artificios que le caracteriza, divide su obra en tres capítulos para introducirnos los saltos temporales que vertebran la brillante narración. En el primero de ellos, una maestra -a la que le falta la fe en el futuro- narra la excursión que en el mes de octubre del 37 hace con sus alumnos a la Vega de Fadura donde descubren a un hombrecillo vestido con la camisa azul y pantalón y correaje negros, que cuida de una higuera. En el segundo, es el propio falanguista -quien lleva 11 meses "limpiando España"- el que nos relata los remordimientos que siente, ante los ojos del hijo de una de sus víctimas, por matar a tanta gente desconocida. Y en el tercero, asistimos al resultado de esos personajes encadenados a un mismo destino, atados a una "tumba que detiene el tiempo". Disfruto de volver a encontrarme con personajes del universo del autor (como son los gemelos Altube o Joseba Ermo), de descubrir sutiles pistas del desenlace a lo largo del texto y de conocer "palabras que hablan", en esta obra emotiva, intensa, durísima y con un gran peso social. De 8,5.
Impresionantes las salidas nocturnas de este grupo de falangistas dirigidos por un señorito de la burguesía vizcaína. Su falta de escrúpulos, el ninguneo sarcástico del sufrimiento ajeno, de familias destrozadas. Asesinatos rápidos en base a testimonios interesados o a pruebas insuficientes. Pero un miembro del grupo no es tan insensible y cae en manos de su propia conciencia cuando se enfrenta a la mirada limpia y acusadora de un niño de 10 años, hijo y hermano de las víctimas. Muy recomendable. Para no olvidar lo que ocurrió hace menos de 80 años en este país.
Magnífica la narrativa de este escritor, la historia como todas las suyas dolorosamente cruel, cargada de sentimientos muy profundos, de una supervivencia atroz en tiempos de guerra y posguerra.
Venganzas, odios y rencores. Ramiro Pinilla narra más que correctamente y la historia engancha y el libro se lee solo. Recomendable.
Quizá después de su enorme trilogía, puede parecer un libro menor pero es una narración magistral sobre la culpa y sus fantasmas. Una maravilla de libro.
Después de su magistral trilogía "Verdes valles, colinas rojas", Pinilla ha insertado en el mundo literario creado en torno a Getxo y sus familias dos novelas cortas, muy diferentes entre sí. En "Sólo un muerto más" rinde homenaje a la novela negra por mediación de un librero que decide investigar un asesinato que tuvo lugar poco antes de la guerra y que, quizá por ser solamente un muerto entre tantos, quedó sin investigación.
En "La higuera", Pinilla crea un personaje peculiar, cómico sólo a primera vista. Rogelio Cerón, un falangista vallisoletano que formó parte de un piquete de ejecución de "rojoseparatistas" en la retaguardia del frente del norte, se siente tocado en lo más íntimo por la mirada de un niño de 10 años, hijo y hermano de dos vícitimas de su piquete, y se convence de que ese crío le matará cuando cumpla los 16 años.
A raíz de un encuentro nocturno con el niño, Rogelio se siente obligado a velar a sus dos víctimas, secundando la iniciativa del niño, que planta un hijuelo de higuera sobre la tumba.
La novela, narrada en primera persona por distintos personajes, como es habitual en varios libros de Pinilla, habla de asesinos y de fanáticos, de traidores y de gente sencilla. Encantadora.
Con el tema de la posguerra como punto de partida, el libro nos muestra la lucha entre los que quieren olvidar y los que necesitan que no se olvide. Subyace el debate sobre la memoria histórica, a través de unos personajes que se posicionan claramente en un bando u otro, enterrar o desenterrar el pasado. Entre todos los personajes me ha fascinado Doña Cipriana, hacía tiempo que no encontraba un personaje que me gustara tanto. Buena literatura sobre nuestro pasado no tan lejano.
Pinilla, sigue en su línea. Retrata la realidad de una forma dura, pero apasionante.