- La gran biblioteca universal es un proyecto fallido.
- Numerosos problemas legales lastran la idea.
En el año 2002, uno de los fundadores de Google, Larry Page, junto con una de sus colaboradoras, Marissa Mayer, lanzaron el ‘Project Ocean” con la idea de digitalizar todos los libros del mundo. Su objetivo era una utopía que se había planteado desde hacía siglos, la creación de una biblioteca universal donde todo el conocimiento y la cultura humana estuviera reflejada. Sin duda, un trabajo hercúleo, ya que se calcula que en el mundo hay, nada más y nada menos, que unos 130 millones de títulos diferentes.
Lo cierto es que la idea se puso en marcha un par de años después, pero quizá su interés por lanzar esta increíble iniciativa les hizo pasar por encima de los numerosos problemas legales que luego se encontrarían. Fue el primero de los grandes proyectos de Google, con un coste aproximado de unos 40 o 50 millones de dólares al año.
En 2010, los camiones llenos de libros comenzaron a llegar a los centros de digitalización. Tras llegar a numerosos acuerdos con bibliotecas universitarias de todo el mundo, la parte técnica comenzó a desarrollarse. El sistema de digitalización utilizado fue toda una revolución en cuanto a precisión y velocidad, siendo la primera vez que se usaba a una escala tan grande.
El número de 130 millones, sin embargo, se ha quedado lejos. A día de hoy, la base de datos de Google contiene unos 25, que sigue siendo la mayor cifra jamás conocida de libros digitalizados. ¿El problema? No consideraron bien problemas legales derivados de los derechos de autor.
Y es que muchas editoriales y poseedores de derechos de autor demandaron a Google por copiar los libros sin permiso. Quizá desde el gigante tecnológico esperaban que la “utilidad pública” de su proyecto les diera la razón, pero al final les tocó pagar una buena cantidad antes de enfocar Google Books hacia otro lugar.
El caso es que luego pensaron centrarse en los libros que estaban descatalogados en lugar de los que estaban todavía en las librerías. Según ellos, les estaban dando una nueva vida, una segunda oportunidad. Aquí se llegó a una entente: Google no tenía que pagar más… pero a cambio no podía mostrar los libros enteros, sólo pequeños trozos relacionados con las búsquedas.
Pero otro problema les esperaba: muchos de esos libros descatalogados están en un limbo legal donde nadie sabe quién tiene los derechos de autor correspondientes para dar permiso a Google para su utilización. (Dejando a un lado los que ya están dentro del dominio público, claro). El Gremio de Autores de los Estados Unidos acabó por hacerse con la supuesta representación de todos los escritores, así como con la capacidad para denegarle a Google los permisos correspondientes.
Al final, consiguieron una parte de los beneficios que pudiera dar la publicidad de Google Books para repartirla entre sus asociados, más indemnizaciones varias. En total, se calcula que recibieron 125 millones de dólares y, pese a todo, no se podrían mostrar estos libros de manera completa. Eso sí, se daba la oportunidad de comprarlos, algo que podía darles más vida.
Todo bien, ¿verdad? Bueno, casi. Este acuerdo llevó a Google a tener problemas con las bibliotecas universitarias -que no querían participar en un proyecto de librería gigantesca-, además de con otros gigantes de Internet como Microsoft o Amazon que clamaban en contra de la posición dominante de Google como buscador y cómo eso podía afectar al mercado de la venta de libros. Vamos, que el departamento Antitrust de los EEUU tomó cartas en el asunto.
Al final, el proyecto se topó con muchísimos problemas de interpretación, tanto de los derechos de autor como en el sistema legal americano. Finalmente, se le dio la razón en que podía mostrar pequeños trozos de texto de los libros que había digitalizado… pero que debía dejar de incorporar más libros.
Así pues, el proyecto original de Google para construir su biblioteca universal está parado, al menos en su concepción original. Tienen 25 millones de libros de los que sólo puede ofrecer pequeños vistazos y ya no puede seguir creciendo. Pero está ahí, esperando el momento en que todo cambie y alguien pueda cambiar su estado de “invisible” a “visible”.
Vía: The Atlantic