Ya sabéis que en Lecturalia nos gusta teneros al día de todo tipo de nuevas tecnologías y curiosidades que encontramos en el mundo de la lectura. De vez en cuando nos topamos con costumbres, hábitos y manías de algunos lectores que no son, ni mucho menos, habituales.
Encontré la primera referencia al readwalking por casualidad, en un artículo del crítico Lev Grossman para Time Entertainment. Confesaba haber leído a George R. R. Martin de camino del sofá al baño. Nadie discute el poder de seducción de Canción de hielo y fuego, pero ¿tanto como para leer por los pasillos? Grossman cita a la escritora Marilynne Robinson, que en una entrevista para el New York Times admitió que solía leer mientras paseaba a su caniche Otis (llamado así por Otis Redding). Marilynne afirmaba andar con cuidado, y aseguraba que la única vez que había tropezado en sus paseos diarios no había sido con un libro en las manos, sino mientras consultaba su teléfono móvil. La bloguera octogenaria Deborah Bryan, por otro lado, asegura que lleva leyendo mientras camina desde muy jovencita, y que ha desarrollado una percepción aguda que le evita choques y accidentes mientras ejerce su llamativo hábito sin ningún problema. En su caso, su afición por la lectura móvil se debe al escaso tiempo del que dispone en general para los libros; para otros es una manera de aprovechar el amor que sienten por la lectura para hacer ejercicio.
Una de las pruebas de que este ejercicio multitarea es cada vez más común es que podemos encontrar hasta manuales de instrucciones, con consejos sobre cómo iniciarnos en esta extraña, y tal vez peligrosa, actividad. Suelen coincidir en lo mismo: practica en un entorno conocido, como tu propio hogar, antes de recorrer caminos nuevos; practica caminando muy despacio; no cubras el rostro, mantén el libro a la altura del pecho y levanta la cabeza de vez en cuando; intenta no observar tu entorno de manera directa, sino por las sombras de los objetos que te rodean… Aunque parece ser que esta no es una costumbre exclusiva de los anglosajones: El mexicano J. L. Torres también nos explica en su blog qué instrucciones debemos seguir para esto de leer mientras andamos.
Pero que no se diga que no nos preocupamos por vuestra seguridad. Si decidís adoptar esta curiosa costumbre, si realmente no podéis pasar ni diez minutos sin tener un libro ante vosotros, tomad, por lo menos, todas las precauciones posibles. Tened en cuenta que, por lo menos hasta que se extienda este hábito, los demás viandantes no están preparados para vosotros, para vuestras cabezas agachadas y miradas perdidas, enfrascadas en una novela, un ensayo o un poemario. Por fortuna, hay una aplicación de iPhone para (casi) todo, y programas como Megareader pueden mostrarte a través del móvil por dónde vas pisando, algo ideal para combinar con la lectura en pantalla de tu obra favorita.
Me decanto por la lectura antes de dormir, a buen recaudo en la cama, sin peligro de impacto ni tropiezo. ¿Y vosotros, cómo de dinámicos sois con un libro en las manos?