Los mundos de Coraline, recientemente estrenada, es el tercer largometraje en animación stop-motion creado por el director de Nueva Jersey Henry Selick. Ya iba siendo hora: sus dos anteriores películas de animación, la aclamada Pesadilla antes de Navidad (1993) y la interesante James y el melocotón gigante (1996), ya hace tiempo que se convirtieron en clásicos. Luego tuvo la (mala) ocurrencia de embarcarse en un proyecto de cine convencional, Monkeybone (2001), que no convenció a nadie. Ahora, tras ocho años, nos presenta la que para gran parte de la crítica especializada es su mejor película.
Si Pesadilla antes de Navidad estaba basada en un poema y unos dibujos de Tim Burton, que además produjo la película, y James y el melocotón gigante (también producida por Burton) en una novela de Roald Dahl, Los mundos de Coraline hace lo propio con una obra del polifacético autor británico Neil Gaiman. Gaiman es un importante escritor de género fantástico (suyas son, aparte de Coraline, algunas buenas novelas como Buenos presagios, que escribió junto a Terry Pratchett, Neverwhere o Los hijos de Anansi), ha trabajado en múltiples guiones para cine y televisión (por ejemplo en Beowulf o Stardust, adaptación de una novela suya) y, por encima de todo, es uno de los autores de cómic más importantes de los últimos veinte años. Según parece, Selick ha conseguido captar por completo el mundo que Gaiman planteó en Coraline, superándolo incluso en opinión de muchos, lo que en principio parece resolver la duda creada tras Monkeybone: parece ser que Selick puede hacer buenas películas aunque el bueno de Tim Burton no esté involucrado en ellas. También al revés, por supuesto, aunque la única aproximación de Burton como director al mundo de la animación stop-motion, la película de 2005 La novia cadáver, dejó un regusto amargo (seguramente en parte culpa de las distribuidoras, que insistieron en su parentesco con Pesadilla antes de Navidad).
Los mundos de Coraline llegan, además, en un momento clave para la industria de la animación, una de las que más dinero genera y de la que más merchandising produce en la industria cinematográfica actual: por una parte, hace una década que se impone la animación 3-D; por otra, Disney, que empezó a explotar este tipo de animación tras los sonoros batacazos de sus últimas películas 2-D hasta la fecha (Zafarrancho en el rancho, Hermano Oso, El planeta del tesoro, Lilo & Stitch, Atlantis: El imperio perdido y El emperador y sus locuras), que estrenadas entre 2000 y 2004 naufragaron en un mercado donde, en los años 90, la compañía había hecho millones al no tener que competir con la animación en tres dimensiones, ha decidido volver a la animación tradicional en fechas recientes, aunque sin renunciar al 3-D, por supuesto. Así, nos encontramos con la mayor compañía (Disney) haciendo a la vez animación por ordenador y tradicional, y a dos compañías más, Pixar (ahora subsidiaria de Disney) y Dreamworks copando el mercado de la animación por ordenador. Por eso es de agradecer que gente como Selick, como Nick Park y Steve Box (creadores de los imprescindibles héroes Wallace y Gromit, de Aardman Animations) o como Ilion Animation Studios (estudios de animación españoles que próximamente estrenarán Planet 51, la película española más cara de la historia) sigan en la brecha ofreciéndonos más opciones a todos los que consideramos el cine de animación como uno de los que mejores películas ofrece hoy día.